10 mar 2014

Carlos Gardel, cantor social y politico


En su voz se refleja, espejo sonoro, una Argentina que ya no es fácil evocar. El Gardel de los años veinte expresa y encierra al porteño”. 

Julio Cortázar

El filósofo y tanguero argentino Gustavo Cirigiliano, ha descubierto que “el tango es lo que dice y también lo que no dice pero que si uno se empeña puede encontrar”. También en la historia del país hay cosas que se dicen y otras que hay que empeñarse en descifrar porque se han callado, ocultado o desfigurado. Al pasado  hay que interpretarlo. La interpretación dependerá de la perspectiva desde la cual se parta. Por ejemplo: una visión liberal no coincidirá con una marxista.
Se falsea la historia del país. Se ocultan documentos o se los manipula, o se los analiza fuera de contexto, tergiversándolos con una visión superficial. Asimismo se miente con el tango, enfocado generalmente como simple anécdota, ignorando que todo hecho artístico-cultural forma parte de la historia de un país. Y no hablamos de los adocenados locutores y comentaristas radiales incapaces de tomarse el trabajo de leer un libro, nos referimos a investigadores que formulan planteos insostenibles como si el tango y sus intérpretes fueran de otra galaxia, como si no estuvieran involucrados en la vida de una comunidad, de un país, una región, el mundo todo. Como si la cancionística, en este caso el tango, no fuera también documento digno de ser tenido en cuenta en la construcción del análisis  de la historia.
Resultado de la marginalidad de los sectores que hoy la sociología denomina subalternos –como si la clase obrera no existiera o no hubiera tenido o mejor, tiene, mucho que decir y ver en y con los hechos diarios–, el pueblo, ahora sólo “gente”, parece haber perdido rol protagónico. No tiene estatus. Sí mala prensa o carece de visibilidad. Y así el tango –producto de las orillas, de los “subalternos”, (deberíamos decir de los explotados)– directamente no tuvo prensa, por eso no se tiene documentación sobre sus orígenes y se debe especular utilizando conjeturas que se realizarán de acuerdo a la postura ideológica del investigador. Cuando se comenzó a tener en cuenta al tango se lo anatematizó por su origen. Es erróneo identificar al ambiente marginal en que nació y se desarrolló el tango en su primera etapa, con posturas que justifiquen conductas antisociales o vicios creados y desarrollados en sociedades clasistas. El origen del tango, y la música popular en general, debe observarse desprejuiciadamente. En palabras de Osvaldo Pugliese: “Sería un error considerar al tango por sus cosas negativas. El tango le ha cantado a todos los aspectos de la vida. Eso es lo que tiene el tango de profundo: el canto a la vida”.
El musicólogo Alberto Faya, sostiene que “ha sido una práctica de las clases dominantes la condena moral de determinados hábitos, conductas y reglas practicadas por quienes pertenecemos a las clases dominadas. La larga historia de la discriminación nos muestra como las clases dominantes se sirven de un cuerpo ideológico que anatematiza la cultura de los dominados, llegando hasta justificar ‘científicamente’ la inferioridad de quienes deben ser sometidos. La música de los indígenas americanos o la de los negros importados de Africa fue considerada por los colonizadores como ‘ruido’; sus prácticas religiosas como ‘diabólicas’; su alimentación como inadecuada, sus relaciones sociales como incivilizadas, sus conductas como ‘bárbaras’ y, en general, toda su vida como necesitada de ‘orientación’ y disciplina que, en cada momento histórico, han venido aportando quienes ‘mandan’ en las sociedades”.
Entre otros descalificadores oligárquicos y reaccionarios, citemos a Leopoldo Lugones, quien consideró al tango como “reptil de lupanar”. En los inicios del siglo XX el tango comienza a tener éxito en París, y ya en 1910 se lo reivindica al interpretarse la obra de Alfredo Bevilacqua “Independencia” en los fastos del centenario, con la presencia de la infanta Isabel de España. De ahí en más la clase dominante se apropia del tango que del burdel salta al cabaret, nombre extranjero que ocultaba la realidad: era un lenocinio de lujo. El tango se ocuparía de relatar la triste historia de las muchachitas de barrio lanzadas al vicio o de las francesas importadas, esa carne de cabaret.

"Independencia", de Alfredo Bevilacqua
por el Cuarteto del Bicentenario

Actualmente el tango se ha convertido otra vez en una moda que la industria cultural vuelve negocio. Y se escribe cualquier cosa. No sólo hay macaneadores nacionales y uruguayos en el tango. También los hay internacionales. En un libro editado en España en el año 2001 titulado Música y poesía del tango, Antonio Pau, escritor y jurista, premio Ortega y Gasset, miembro de numerosas academias de la península ibérica, asegura que el tango jamás se ocupó del matrimonio, es decir de la familia. Lo primero que viene a la mente es Calor de hogar de Jesús Fernández Blanco y Eugenio Carrere, que grabaron nada más y nada menos que Alfredo Gobbi y Osvaldo Pugliese; Osvaldo y no Óscar, como escribe el “gallego” mencionado. Sin abundar, ni entrar en una investigación a fondo,  podemos recordar Cuatro novios de V. Vergara, R. Salinas y Alfredo Gobbi, por Gobbi y Las tres banderas de C. A. Russo y Roberto Rufino por Pugliese. También a Volvamos a empezar de Eduardo Pablo Maradei y Daniel Héctor Alvarez, tango que hizo Alfredo De Angelis. Y  Prisionero de Anselmo Aieta y Francisco García Jiménez, que narra la historia del tipo que ha tenido un hijo por el cual hasta deja  de ir al café y se refugia en su hogar. Tango que, recordemos, grabó Gardel el 12 de setiembre de 1929, como Si se salva el pibe  de  Celedonio Flores y Francisco Pracánico, llevado al disco el 17 de junio de 1933, y referido a un drama netamente hogareño. El morocho hizo también La casita está triste, de Luis Bernstein y José De Grandis, un lamento familiar por el fallecimiento de la mujer (28/6/29); Muchachos me caso, de Luis Martini y Luis Roldán (21/6/27), y el vals Mascotita de marfil de Rafael Giovinazzi y Juan P. Castillo (8/8/29), un canto al amor matrimonial.
Ya que mencionamos a Gardel, entremos de lleno en la temática que nos convoca: el mago, el mudo, el francesito, el morocho del Abasto, el brujo, el zorzal criollo, Carlitos, el bronce que sonríe, por ende... El mito Carlos Gardel.
Se trata, en realidad, de Charles Romuald Gardés, para que hablemos no sólo del artista, escindido o independiente, del hombre que – nacido en Toulouse, Francia– fue transformado en mito nacional argentino, disputado por el Uruguay, y que a más de 70 años de su muerte sigue concitando el interés y la admiración del mundo. Es aún motivo de indagación y estudio hasta en círculos universitarios.

Gardel: mito indestructible

Así como se fabula con respecto al tango, ocurre otro tanto con Carlos Gardel dada su condición de mito. El tema se presta para algunas aclaraciones.
Doctor en medicina, psiquiatría y psicología, Vicente Rubino asegura que el lenguaje del mito es un lenguaje simbólico y rechaza el sentido peyorativo que se le ha dado ya que, afirma, “el mito no es algo que pertenece al pasado, el mito es la historia”. Y en su libro Símbolos, mitos y laberintos, este docente universitario especifica que “las fuerzas autóctonas y originarias del inconsciente colectivo que Jung llamó arquetipos, son patrones fundamentales de la formación de símbolos que se repiten a través de los contenidos  de las mitologías de todos los pueblos de la humanidad entera, y expresan como imágenes primordiales desde los oscuros tiempos de la prehistoria de la especie humana”. A su vez, dice, “el símbolo es aquello que unifica, congrega, re-liga (...) Puede definirse al símbolo como la unidad sintética de sentido entre dos polos opuestos: lo manifiesto y lo oculto (...). Puede ser considerado símbolo todo fenómeno psicológico en cuanto suponemos que expresa o significa algo más, o algo distinto a lo manifiesto, algo misterioso o incognoscible que no se deja aprehender por los actos conscientes, y que está cargado de desconocidas potencialidades”.
Siguiendo al doctor Rubino descubrimos que  el mito “es el sueño de los pueblos, lo que significa que los contenidos estructurales de los mitos irrumpen espontáneamente, como proyección, de la mente colectiva de las distintas comunidades y culturas (...). Se llama mito a un relato de algo fabuloso que se supone acontecido en el pasado remoto y casi siempre impreciso”.
Así, entonces, se puede hablar de  ciertas leyes o condiciones para ser mito. Origen oscuro, nacimiento en lugar inesperado, confusión de fechas. El mito debe pasar pruebas, tiene que estar al servicio de algo, debe tener elementos mágicos, debe ser bello y morir joven, o en plenitud. He ahí la condición que cumplen tres mitos argentinos, Gardel, Evita y el Che.
Como buen mito, Gardel regresa permanentemente, renace de sus propias cenizas como el Ave Fénix. El Fénix es un ave mitológica, el pájaro era considerado por los antiguos como fabuloso, único y capaz de renacer de sus cenizas. La patria del Fénix era Etiopía, donde vivía. Su aspecto era el de un águila de talla considerable y plumaje muy bello, en donde alternaban el rojo fuego, azul claro, púrpura y oro. La leyenda refiere que cuando el pájaro siente llegar el final de su existencia, acumula plantas aromáticas, incienso y amomo y forma con todo un nido, al que prende fuego; de las cenizas surge un nuevo Fénix. Como se sabe, el mito es indestructible.
Como mito nacional, Gardel es indestructible e invencible. Hizo todo, estuvo en todas partes, es mencionado y/o utilizado por todos. Escribe Norberto Folino: (en los años ‘60) “cuando las elecciones que llevaron a Illia a la presidencia, los conservadores de la provincia de Buenos Aires –antes de descubrir las infinitas posibilidades de la Nueva Fuerza–, hicieron una campaña electoral con este inédito slogan: Gardel era conservador. Más tarde, para las elecciones de 1973, un caudillejo peronista plagió la idea y dijo: Si Gardel viviese, sería peronista. Más recientemente, el diario La Prensa (19 de abril de 1975) dijo: ‘sin ser un hombre político (Gardel), es sabido que simpatizaba con un partido de élite, algo que hoy se trata de ocultar’. Por otro lado no falta quien argumente por un Gardel socializante. La verdad es que la frecuentación de los factores de poder y dispensadores de los favores públicos es muchas veces una necesidad de los artistas y cómicos, y es ridículo pretender de los cantores de tango una limpieza de conducta mayor que la que suele exigirse a políticos y militares para ingresar al procerato nacional”. Hasta aquí Folino en su libro Barceló, Ruggierito y el populismo oligárquico.
Se habla de una ficha de afiliación al socialismo, aparentemente en la que era circunscripción 19 de la calle Austria de Buenos Aires. Edmundo Guibourg, que fue amigo de Gardel, lo hace de ideas socialistas aunque, reconoce,  “no tuvo devoción política de ninguna clase, ni fanatismo por ningún caudillo. Ni siquiera por los socialistas, porque encontraba demasiado serios a Repetto y a Justo”.
Y dice: “Le resultaba mucho más armonioso tratar con Alfredo Palacios, pero no era un fanático de Palacios, aunque lo admiraba”. Cuenta además en el libro El último bohemio: (a Gardel) “lo reclamaban los comités políticos de todos los colores, es decir, conservadores y radicales para animar las reuniones”. Agreguemos, de paso, que también desde los sectores oligárquicos. Como en el caso del afamado y corrupto Barón De Marchi, yerno del General Roca e impulsor del tango entre la alta burguesía, quien contribuye a su blanqueo, a su oficialización. Gardel, entonces, actuó en bodegones, burdeles, teatros, cabarets y fue contratado asimismo por los ricachones de la época. Juan Angel Russo señala que en 1925, durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear, “éste convoca al dúo Gardel-Razzano para cantar en la fiesta criolla que se le ofreció al Príncipe de Gales en una de las estancias de  la familia Unzué de Casares en la localidad de Huetel, partido de 25 de Mayo”.

Tapa de "El ultimo bohemio"
de Edmundo Guibourg

Escribe Adrián Pignatelli en Ruggierito. Política y negocios sucios en la Argentina violenta: “Alrededor de los veinte años, el cantante trabó amistad con los hermanos Traverso, Yiyo, Constancio, José ‘Cielito’ y Félix, propietarios de la fonda O’Rondeman, de Humahuaca y Agüero, situada justo frente al mítico Mercado de Abasto. (...) Los Traverso, más allá del negocio gastronómico, respondían a Pedro Cernadas, un político muy cercano a Barceló. La fonda no demoró en transformarse en centro de referencia para pergeñar estrategias políticas y comprar votos y voluntades. Los Traverso manejaban, en Balvanera Oeste, el comité de la calle Anchorena, entre Tucumán y Zelaya, donde solían ir a payar Betinoti, Ezeiza y varios más. Los Traverso fueron los primeros protectores del cantante, en los peligrosos arrabales de principios de siglo. Una versión cuenta que Constancio Traverso y Gardel estuvieron muy próximos al llamado Partido Asociación Popular, que en la novena sección acaudillaba el dramaturgo Gregorio de Laferrère”.
Laferrère (1867/1913), fue introductor  en el teatro de la sátira de costumbres de su propia clase social, la “aristocracia” porteña, con obras como Bajo la garra, El cuarto de hora o los dos derechos, Las de Barranco y Locos de verano, entre otras. Mecenas  de la actividad artística porteña, fue retratado por Luis Ordaz de la siguiente forma: “No es un periodista bohemio y con ideales libertarios, como Florencio Sánchez, ni un buceador social de la envergadura  intelectual de Roberto J. Payró. Laferrère es habitué de club aristocrático y pertenece a la élite política de fines de siglo. Lo testimonian el ser socio relevante del Círculo de Armas, su diputación provincial y su diputación nacional”.
Pablo Fermín Oreja (Carlos Gardel, un mito de los argentinos), escribe lo siguiente: “Se le atribuye a Gardel una confidencia, referida a sus turbulentos tiempos de la zona del Abasto. ‘La vieja siempre me dice: No vuelva tarde, hijo, y cuando llego, a las seis de la mañana, refunfuña: ¡Ah, esos amigos que te hacen perder  las noches...! No sé dónde querés llegar con la guitarra y la política...’ (...). Personaje de genuina extracción popular, Gardel no podría ser un aséptico en política, y, por el contrario, la idiosincrasia de su actuación y de su tiempo habría de llevarlo, inexcusablemente, a incursionar en los comités”.
Eliseo Alvarez, en el libro Carlos Gardel biografía autorizada, pone en boca de Perón lo siguiente: “Tuve ocasión de conversar con él. Era un hombre muy simple, buenazo, con más sensibilidad que inteligencia. Un día quiso saber cuál era mi pieza preferida, para incluirla en su repertorio. Se lo dije: ‘Dónde hay un mango, viejo Gómez, los han limpiao con piedra pómez’. Esos versos lo alarmaron... Gardel, como todo artista, era un animal de cautela, y temeroso de que alguien lo hubiera oído, me llevó a un rincón y, vichando para todos lados: ‘Dése cuenta –me dijo– aquí no puedo cantar semejante cosa...sería faltar a la hospitalidad’ (estaba en una velada organizada por Barceló)”.
Folino y Pignatelli se apoyan en Esteban Capot, amigo de la infancia de Gardel, para certificar que fue Barceló el que le consiguió la cédula de identidad en que figura Avellaneda como lugar de nacimiento del cantante. Pignatelli escribe: “En aquella época, en Avellaneda, podía conseguirse cualquier tipo de documentación. Y, como contrapartida, el cantante amenizó con increíble éxito los actos políticos que los conservadores organizaban en Avellaneda. Una mano lavaba a la otra”. Una explicación que aclara varias cuestiones, aunque alimenta el mito sobre la identidad de Gardes-Gardel a partir de los diversos documentos de identidad usados por el cantor.
En Carlos Gardel, otra de las tantas biografías del intérprete, Edmundo Eichelbaum afirma que éste aprendió en sus giras sobre la miseria latinoamericana y relata que durante su visita a Venezuela en 1934, fue intimado a cantar en privado para el dictador Juan Vicente Gómez. Pero, “comunistas de ese país, contaron al semanario del PC argentino Nuestra palabra que el zorzal cantó en un festival a beneficio de los presos políticos” (Ernesto Abel en Que pasa 26/6/85). A su vez, el diario venezolano Tribuna Popular del 22 de mayo de 1969, publicó que los 10.000 bolívares que el “Bisonte Gómez” le obsequió a Gardel, éste los destinó a los exiliados venezolanos en Colombia que luchaban contra el tirano. Vecinos del barrio porteño de Mataderos afirman que familiares de Domingo Riverol, guitarrista de Gardel, contaban en la peluquería de Felipe que, efectivamente, el cantor actuó para los presos políticos y por eso, dirigentes del partido comunista de dicho país lo consideraban uno más de su cofradía. ¿Pura mitología?, ¿un intento por apropiarse del ídolo?
El artista plástico Ricardo Micó jura y rejura, convencido, que el morocho protagonizó una huelga de actores en los Estados Unidos. ¿Existió ese conflicto gremial? Para corroborarlo habría que revisar los diarios de la época en dicho país. Sin embargo, el Gardel sindicalista puede rastrearse en archivos locales del año 1916. Existe un carnet de afiliación a la Sociedad de Artistas de Varieté de fecha 1 de julio, habiendo sido designado vocal de la Comisión Directiva. El sentido social del morocho quedaría probado con otra anécdota: después de cada gira el cantor distribuía entre los chiquilines de Almagro y el Abasto cuadernos, lápices, pinturitas y otros elementos escolares. ¿Otro mito?
Un verdadero rompecabezas constituye la tesis uruguaya del nacimiento de Gardel en Tacuarembó: el Carlitos francés no sería el cantor, pues murió en Ushuaia donde lo enviaron por delincuente precoz, algo realmente insólito e insostenible. Sin ningún documento a la vista sobre esa supuesta prisión en el sur y muerte, se afirma que su lugar lo ocupó otro Carlitos, también hijo de Berta, pero esta vez con un militar uruguayo de apellido Escayola. En algunas ocasiones Escayola es el padre, la madre una niña de 11 años llamada María Lelia Oliva, y Berta una prostituta a la que se lo entregan en custodia para ocultar el hecho. Este Carlos bis, sería el verdadero y auténtico. Tesis refutada y desbaratada por Juan Carlos Esteban en Carlos Gardel encuadre histórico.  Y mucho antes por el secretario y administrador de los bienes del artista, Armando Defino, en Carlos Gardel, la verdad de una vida, al relatar una confidencia de Berta Gardés: el padre del cantor había sido Paul Laserre, viajante de artículos afines al comercio, nativo de Toulouse, casado y con hijos, motivo por el cual en el acta de nacimiento del cantor puede leerse: “El once de diciembre de 1890, a las dos, nació Charles Romual Gardés, en el Hospital de la Greve, hijo de padre desconocido y de Berthe Gardés, planchadora, nacida en Toulouse y domiciliada en la calle del Cañón de Arcole N° 4. Acta levantada el once de diciembre de 1890 a las 14, según declaraciones de Jenny Bazin, partera de dicho hospital, en presencia de Juan Madret, de sesenta años y de Domingo Dulon, de veintitrés años”.

Acta de nacimiento de Charles Romual Gardes

Defino miente, dicen en Uruguay: Gardés murió defendiendo a su patria en la Primera Guerra Mundial. El cantor es el otro, el verdadero y auténtico Gardel, el hijo de Escayola nacido en Tacuarembó. El mito transformado en superchería.
Ni que hablar de la bala encontrada en su cuerpo, al realizar la autopsia después del accidente de Medellín. De inmediato se hizo correr la voz de un tiroteo en el avión, y luego de una supuesta pelea a balazos entre los pilotos de los dos aviones –de compañías rivales– ubicados sobre la pista de despegue. La comisión técnica ordenada por el gobierno de Colombia determinó: “El accidente sobrevino (...) única y exclusivamente debido a dos causas íntimamente ligadas entre sí, pero de distinta naturaleza: la primera es de carácter permanente y se debe a las deficiencias topográficas y aerológicas propias del aeródromo de Olaya Herrera de la ciudad de Medellín, la segunda es de carácter ocasional y se debe  a un fenómeno aerológico propio del mencionado aeródromo y que consiste en la aparición súbita de una corriente de aire precedida de vientos débiles, corriente que se ha registrado generalmente durante las horas de la tarde y que dura apenas unos pocos minutos, pero cuya dirección no guarda relación con la de los vientos que la preceden o siguen y cuya intensidad es muy superior a la de éstos”. Pero igual se insiste en el tiroteo. Es más, una nueva teoría presenta al ídolo popular como un mártir de la aeronavegación latinoamericana inmolado por el intento alemán de la empresa SCADTA, de apropiarse de la colombiana SACO utilizada por el cantor.
La bala en el pulmón de Gardel tenía otro origen: el 11 de diciembre de 1915 el cantor se dispone a festejar su cumpleaños en compañía de los actores Elías Alippi, Carlos Morganti y otros en el Palais de Glace, reducto oligárquico de esos años. Un grupo de cajetillas aristocráticos, en tren de patota, agrede a los artistas. En esa circunstancia el morocho del Abasto es herido de un balazo disparado por uno de los provocadores, Roberto Guevara (se supone tío de quien luego sería el mítico Che), acompañado entre otros por Gregorio Gallegos de la Serna, supuestamente emparentado con el anterior. Sin embargo, sobre este hecho existe otra historia: el instigador del intento de asesinato sería Juan Garesio, un hombre del hampa, cuya concubina Giovanna Retana o La Ritana o Madame Jeanne o Jeannette tenía relaciones amorosas con el cantor, cosa no tolerada por este individuo. ¿Un delincuente le paga a un “niño bien” para que mate al cantor?
Gardel es internado en el Hospital Ramos Mejía. La bala había perforado el pulmón izquierdo sin orificio de salida por lo cual se considera innecesario operarlo. Tras un tiempo de descanso el cantor vuelve a subir a un escenario. El expediente judicial desaparece y nadie termina condenado por el delito...
La saga, propia del realismo mágico latinoamericano, continuó bien entrada la década del 60. El 21 de agosto de 1969 el diario Clarín reproduce un cable de la agencia española EFE, proveniente de Medellín, con el título “Sigue la controversia acerca de si vive o no Carlos Gardel”. La insólita noticia expresaba: “Con 83 años de edad, sin nariz, sin mandíbula y la boca contrahecha, viviría, en una hacienda del norte de Colombia, cerca de esta ciudad, el famoso cantor argentino Carlos Gardel, según una controvertida versión que divulga el diario ‘El Espectador’, en corresponsalía fechada en esta ciudad. El periódico atribuye la noticia a Pristo Oropeza y Eliazu Ruiz, integrantes de un conjunto musical  venezolano. Según la versión, los dos venezolanos llegaron aquí para documentarse al respecto sobre la supuesta sobrevivencia de Gardel. Oropeza declaró que en un reciente diálogo sostenido en Madrid con Carlos Ernesto Uzurruaga, éste aseguró ser hijo de Gardel y disponer de pruebas que demostrarían que el famoso cantante no pereció en el accidente ocurrido el 24 de junio de 1935, como se ha creído, sino que resultó con el rostro completamente desfigurado, por lo que tomó al decisión de alejarse del mundo, no sin antes hacer jurar a su guitarrista Aguilar, uno de los dos sobrevivientes conocidos del accidente, que guardaría el secreto”. Ya a fines del siglo XIX, los yanquis habían acuñado una frase que sería utilizada a lo largo del XX sin vergüenza alguna: “noticia no es que un perro muerda a un hombre sino que un hombre muerda a un perro”. Todo vale para incrementar la venta de periódicos.
Ya que hablamos de aprovechados: en 1936 Pepe Quintero, “el jilguero de las pampas”, se presentaba en escenarios colombianos cantando tangos y canciones camperas argentinas con el rostro cubierto. Se anunciaba expresando la siguiente retahíla: “Señoras y señores, mi nombre real no es Pepe Quintero. Pero no hace falta decir cuál es; he quedado con el rostro desfigurado a raíz del accidente de Medellín”.
La ¿última? anécdota, de las miles que se cuentan, para cerrar este capítulo del mito: en sus Memorias Helvio “Poroto” Botana, hijo del creador del diario Crítica, escribe que “(...) Natalio lo comprendió: (Gardel) era el símbolo de la alegría, de la limpieza criolla adecuado para oponerlo a la hora de descrédito y decepción que sacudía a la República. Fríamente, como sólo ellos podían hacerlo, analizaron con el Presidente Justo esa poderosa imagen positiva que el mundo nos devolvía. Fue así que a ocultas, sabia y tenazmente, aceleraron el culto a Gardel y desviaron la mirada de la opinión pública. El Estado puso su parte, Crítica lo suyo. Se demoró ex profeso la vuelta de sus restos durante seis meses, buscando que la apoteosis tapara lo que por razones de Estado se debía olvidar (el negociado de las carnes y el asesinato de Enzo Bordabehere)”. Esta, como las otras historias, puede creerse o no, pero si se analizan las portadas  del diario desde el accidente de Medellín, se podrá comprobar como se fue manipulando a la opinión pública con el tema.

Las canciones político-sociales en Gardel


¿Por qué consideramos a Gardel  cantor social y político? Porque nos basamos en lo ya relatado, pese a que en gran parte es conjetural. Ahora vamos a lo específicamente poético-musical. Y nos encontramos con el repertorio ecléctico del morocho que no dejó nunca de lado lo testimonial, lo social e incluso lo político. Vamos por partes, como diría Jack el destripador.
El vals Memoria a Mitre, según la reedición de 1971 del sello Columbia, integra las primeras 14 grabaciones de Gardel. Es del 2 de abril de 1912 y la autoría se atribuye al payador Pablo José Vázquez, aunque en la discografía que presenta la editorial Perfil en la obra de 1980, Tango un siglo de historia, se la adjudica al poeta Belisario Roldán con música de Gardel. Aquí el cantor se excede en elogios desmedidos hacia el caudillo y ex presidente, que tenía a un diario de guardaespaldas, según la ironía de Homero Manzi.
En cuanto a Heroica Paysandú, la payada en la que interviene Gabino Ezeiza reivindicando a ese pueblo oriental, demuestra la osadía del negro payador, hombre identificado con la causa popular, al atreverse en una temática netamente antioligárquica. El dúo Gardel-Razzano no le escabulle al bulto y graban este tema en 1917 ya en el sello Odeón. Esta obra de Ezeiza muestra la relación entre el canto popular y la historia. Como en El sol del 25, gato patriótico de Gardel, Razzano y Domingo Lombardi, realizado ese mismo año por los nombrados y que como solista el morocho reitera el 22 de mayo de 1930.

Primera version del gato patriotico "El sol del 25"
Año 1917
(D.Lombardi-Carlos Gardel-J.Razzano)
Carlos Gardel

Sobre la payada de Ezeiza y su connotación histórica, escribe Norberto Galasso: “La heroica Paysandú puede considerarse la antesala de la Guerra de la Triple Infamia. Tanto el mitrismo, como el Imperio del Brasil, como el partido colorado oriental (unitario), querían terminar con el ensayo nacional que llevaba adelante Paraguay, pero también querían terminar con sus adversarios internos: los mitristas con los caudillos federales del interior (el Chacho y Varela) y los colorados orientales con el partido blanco (federal), que tenía el apoyo del gauchaje en toda la campaña uruguaya. De ahí que,  en octubre de 1864, Brasil invada la Banda Oriental con la complicidad del mitrismo y los colorados. El 6 de diciembre de 1864, los brasileños sitian Paysandú: alrededor de 10.000 hombres contra 800 que defendían la ciudad para impedir el paso de los invasores hacia Montevideo. La escuadra brasileña al mando del almirante Tamandaré, bombardea la ciudad. Un héroe, Leandro Gómez, defiende dignamente la plaza, pero el 2 de enero de 1865 cae Paysandú. Las tropas brasileñas ingresan y fusilan sin piedad a sus habitantes. Muchos argentinos  dan su apoyo a la ciudad mártir. Años después, el negrito payador saluda a la heroica ciudad ratificando así su posición popular que lo lleva luego al yrigoyenismo”. 
La guerra de la Triple Alianza  tiene una cierta relación con el tango: entre las tropas argentinas aparece el bandoneón. Si bien sobre la existencia de los primeros bandoneones en el Río de la Plata y sus intérpretes hay diversas opiniones, se afirma que José Santa Cruz, padre del gran bandoneonista Domingo Santa Cruz, poseía un rudimentario instrumento de escasas teclas que tocaba siendo soldado en las tropas de la Triple Alianza. Guerra, bandoneón, baile de tango, es temática para el teatro de la época. Entre otros autores, encontramos referencias en Blas Matamoro: “(...) En otra obra de Soria, ‘El sargento Martín’ se mentan los bailes porteños durante  la guerra del Paraguay, incluyendo al tango y ‘el puro corte’ según Laura Roncetti”. El tango estaba en sus albores, sincretizándose en un híbrido que representaría a la ciudad y su gente.
De la payada y la milonga, término africano que significa palabra, palabrerío, con el candombe, la habanera y el cuplé, se llega al tango. Gardel, cantor criollista por excelencia en su primera  etapa, pasa al tango en una transición casi natural que se da en la ciudad de Buenos Aires que comienza a tener ritmo de gran urbe, donde va apareciendo la denominada industria cultural con la edición de partituras y la grabación de discos con venta masiva. Y desde 1920 con la radio, novedoso medio de difusión. Allí, músicos y cantantes, se hacen conocer en actuaciones ante los micrófonos retroalimentando su popularidad.
“En el período comprendido entre 1910 y 1915 –escribe el investigador  Héctor Angel Benedetti– el mercado discográfico argentino conoció una interesante expansión. Fue en estos años que aparecieron muchas marcas de discos y se multiplicaron las ventas de  gramófonos, surgiendo promociones que no sólo estaban orientadas al público, como un sinfín de sorteos en donde aparatos y discos eran objetos de premio, sino también hacia los mismos empresarios, que obtuvieron la posibilidad de que cualquier comercio editase placas bajo marcas propias. (...) Un recorrido por la populosa Avenida de Mayo (orgullo de los paseos de entonces) demostraba lo antedicho: en la esquina con Perú estaba instalado José Tagini, concesionario de Columbia Record, Odeón y Fonotipia; enfrente, la Casa Lepage, de Max Glücksmann, ofrecía los discos Víctor; en el 817, la Fonografía Pathé vendía discos y aparatos con el sistema ‘sin púa’; una cuadra más arriba, en el 925, un local a nombre de Juan B. Tagini también proveía placas y ‘máquinas parlantes’ de la marca Columbia. Lejos de estar saturada, semejante competencia abastecía a una progresiva demanda”. Benedetti ofrece otros nombres de empresas que prueban el desarrollo económico producido por entonces en el plano de la industria del entretenimiento. Por eso es Buenos Aires, y no Montevideo, la que pasa a ser “La ciudad del Tango”. Como diría un presidente norteamericano algo más de medio siglo después para esclarecer sobre la realidad: “¡Es la economía, estúpido!”.
Se vivía en el jolgorio de un país oligárquico, agroexportador, en el cual comienzan a aplicarse leyes represivas, como la 4144 de expulsión de extranjeros rebeldes, se realizan pogroms contra judíos, identificados como rusos comunistas, y también contra el poderoso movimiento anarquista. Crisis, huelgas, conventillos, villas miseria, corrupción, negociados, algo habitual del capitalismo dependiente al cual permanece sujeto desde siempre la Argentina. El “niño bien”, mencionado por el tango como “pretencioso y engrupido” que “lleva dos apellidos”, o como lo marca ese autor profundamente social que fuera Celedonio Flores, vive en “el primer piso de un palacete central;/ que para vicios y placeres,/ para farras y mujeres/ disponés de un capital”; esos niños bien, repetimos, crean organizaciones parapoliciales como la que se conoció con el nombre de Liga Patriótica Argentina. Una anticipo de la Alianza Libertadora Nacionalista, los comandos civiles, Tacuara, la Triple A y los grupos de tareas de la última dictadura.
Entre fines del siglo XIX y el Centenario, se constituyeron cuerpos paramilitares llamados “guardias blancas”, cuya misión era reprimir con violencia a las incipientes organizaciones sindicales. El ex radical Manuel Carlés fundó la Liga Patriótica Argentina, a la que perteneció el famoso perito Francisco Pascasio Moreno, presentado por algunos como “progresista”. El oligarca Joaquín S. De Anchorena crea la Asociación del Trabajo (a ella se incorporaría el ubicuo clerical Atilio Dell’Oro Maini, hombre del golpe del 55). Ambas, instituciones  dedicadas a romper huelgas y apalear judíos. Carlés no fue el único integrante de un partido democrático transformado en derechista acérrimo: Leopoldo Lugones, que había sido fundador del partido socialista y Carlos Ibarguren, integrante de la democracia progresista santafesina y amigo de Lisandro de la Torre, también lo fueron.
El fascismo y el nazismo local fue alimentado por ese nacionalismo oligárquico formado tras la “conquista del desierto” y la fanática iglesia integrista. La primera comisión directiva de la Liga fue elegida el 5 de abril de 1919, constituyéndose con miembros de la “aristocracia” y las fuerzas armadas. Otras organizaciones similares –utilizadas para crear un clima propicio al golpe militar de 1930– fueron la Liga Republicana, Legión de Mayo y Legión Cívica Argentina.
Más información puede hallarse en La semana trágica de Julio Godio, La Patagonia rebelde de Osvaldo Bayer y Memoria obrera de Domingo Varone, entre la múltiple bibliografía sobre el particular desestimada por la historiografía oficial.
Ahora vayamos directamente a Gardel artista discográfico y su relación con el canto social, punto sobre lo cual se menciona poco o directamente se ignora, siendo el artista que más tangos comprometidos con la realidad grabó. No obstante en cada aniversario de su natalicio o fallecimiento sólo  se recuerda que tiene registradas 929 placas. La gran mayoría de ellas  tangos, pero llevó al disco también 32 estilos, 33 valses criollos, 33 zambas, 27 canciones criollas, además de tonadas, milongas, cifras, rancheras, chacareras, gatos, cuecas, vidalitas, etcétera, y entre los géneros extranjeros 12 shimmies, 8 foxtrots, 5 pasodobles, 2 rumbas, algunas jotas, bambucos y fados, 3 canciones en francés, 1 en inglés, y canzonetas en italiano. Estas últimas le valieron una dura crítica del famoso Malevo Muñoz –Carlos de la Púa, el de la Crencha engrasada– que produjera un distanciamiento entre ambos por largo tiempo.
En SADAIC figuran como de autoría del zorzal 137 obras. De ellas  65 del dueto Gardel-Razzano, 30 de Gardel solo, 28 con Alfredo le Pera y 14 con otros autores. Aunque la influencia de Le Pera volcó al morocho hacia obras de carácter romántico con influencias casi plagiarias de Amado Nervo con el día y la noche que me quieras y hasta ciertas rimas de Becquer con las golondrinas y los ojos que se cerraron, hay que reconocer una obra importante en el sentido social por el reclamo de paz en la tierra: Silencio, música de Gardel y Pettorossi, llevada al disco el 13 de mayo de 1933: “Silencio en la noche, ya todo está en calma,/ el músculo duerme, la ambición trabaja./ Un clarín se oye, peligra la patria/ y al grito de: ¡Guerra! Los hombres se matan.../ cubriendo de sangre los campos de Francia”.
En un estudio sobre los tangos dedicados al partido radical, Ricardo Ostuni recuerda que “fuera del tango hay varias marchas que recogieron la gesta triunfal de Yrigoyen”. Y concreta: “en 1925 Gardel grabó la marcha Adelante – de neto proselitismo yrigoyenista– compuesta por Emilio Iribarne con versos de José Costantino Barro y la colaboración de Arturo Jauretche y Homero Manzi”. 
Adelante  figura en la discografía de Gardel publicada por Editorial Perfil con los números “2811 y 2811-1 no editadas”, y no fue impresa ni aparece en la colección completa del cantor realizada por el sello Odeón. ¿Existe realmente esa grabación? Si existe, ¿cuáles fueron, entonces, las causas por las cuales Gardel grabó un tango que elogia el golpe de estado de 1930 contra  Yrigoyen?
Viva la patria de Anselmo Aieta y Francisco García Jiménez se lleva al disco el 25 de setiembre de 1930:

La niebla gris rasgó veloz

el vuelo de un avión
y fue el triunfal amanecer
de la Revolución.
Y como ayer –en inmortal
mil ochocientos diez–
salió a la calle el pueblo
radiante de altivez.
No era un extraño el opresor
cual el de un siglo atrás,
pero era el mismo pabellón
que quiso arrebatar.
Y al resguardar la Libertad
del trágico malón,
la voz eterna y pura
por las calles resonó.
¡Viva la patria
y la gloria de ser libres!...
¡Viva la patria
que quisieron mancillar!
Orgullosos de ser argentinos,
al trazar nuestros nuevos destinos...
¡Viva la patria!...
¡De rodillas, en su altar!
Y la   legión que construyó
la nacionalidad,
nos alentó, nos dirigió
desde la eternidad!...
Entrelazados vio avanzar
la Capital y el Sud,
soldados y tribunos,
linaje y multitud.
Amanecer primaveral
de la Revolución:
de tu vergel cada mujer
fue una fragante flor.
Y hasta tiñó su pabellón
la sangre juvenil,
haciendo más glorioso
nuestro grito varonil.

"Viva la patria" de Aieta y Garcia Gimenez
por Carlos Gardel

Según Folino “ Viva la patria fue un trabajo obligado por la amistad de García Jiménez hacia su antiguo colaborador Aieta, éste sí con vínculos políticos en el partido conservador”, pero no aporta información sobre el traspié del morocho del Abasto. Tiempo después, García Jiménez  comentó su arrepentimiento de haberlo escrito y es dable conjeturar que Gardel de haberlo cantado, ya que, rápidamente, equilibró la balanza llevando al disco las obras cuestionadoras más conocidas y sobresalientes del género social como Acquaforte  de Pettorossi y Marambio Catán y Al mundo le falta un tornillo, de Aguilar y Cadícamo, ambas del 22 de febrero de 1933; el 12 de junio de ese  mismo año Milonga del 900 de Piana y el yrigoyenista Manzi, diciendo ser “hombre de Leandro Alem”; el 22 de julio Pan de Celedonio Flores y Pereyra y el 18 de setiembre Al pie de la Santa Cruz de Battistella y Delfino, un tango reiteradamente censurado por cuestionar la ley de residencia. En el caso de Pan, Gardel lo canta con su letra original que dice “si Jesús no ayuda, que ayude satán”, verso cambiado luego por “se puso la gorra dispuesto a robar” debido a presiones eclesiásticas. Recordemos que monseñor Gustavo Franceschi fue un enemigo acérrimo del cantor, incluso con sus seguidores, al descalificar a los hombres y mujeres que acompañaron el cortejo fúnebre hacia la Chacarita en febrero de 1936. Para éste, también rival de Lisandro de la Torre, ese populacho se componía con “las féminas que embadurnaban sus caras con harina y sus labios con almagre; los compadres de cintura quebrada y los gandules de pañuelito al cuello; las buenas  madres –persuadidas de la grandeza del héroe– que llevaban a sus hijos a besar el ataúd...”.
Para ser justos, digamos que fueron muchos los que debieron realizar su autocrítica con posterioridad al golpe septembrino.
Celedonio Flores, de quien Gardel grabó 21 temas, fue repetidamente censurado. Como el propio morocho en 1976, cuando el interventor militar de Radio El Mundo prohibió la difusión de Gardel acompañado por guitarras aduciendo que éstas eran de baja calidad artística. Se desconocen las virtudes y conocimientos en materia musical del capitán de marina Adamoli, quien dio la orden, pero es oportuno recordar que el mudo utilizaba a los mejores guitarristas de la época como José Ricardo, Guillermo Barbieri, José María Aguilar, Julio Vivas, Domingo Riverol y Horacio Pettorossi.
En realidad, se prohibían así las grabaciones del morocho más cuestionadoras de su repertorio, y realizadas con guitarras. El 5 de mayo de 1927 Gardel graba Noche fría, que había compuesto con José Razzano. Allí aparecen los dramas de los pobres transformados en vagabundos como consecuencia de la crisis del sistema capitalista. Gardel, entonces, se torna la voz de los sin voz de los años 20 y 30. Tanto en estas obras que trazan la dolorosa situación de los marginados, como en las que se cuestiona a la mujer perdida en el mundo del vicio, puede observarse en Gardel una interpretación llena de comprensión, es más, de piedad hacia ellos. El repertorio del zorzal cuenta con innumerables piezas de ese estilo, como las que hablan de la decadencia del guapo.
En la segunda mitad del siglo XIX el gaucho libre de las pampas, acorralado por el alambrado terrateniente, pasa a trabajar en el matadero de los arrabales de la ciudad y en el saladero. Con posterioridad, pese a ser el cuchillo el instrumento laboral esencial –y el que le ha dado patente de guapo– hay un cambio profundo debido a su transformación en asalariado del frigorífico. El tango Lechuza de Alfredo y Julio Navarrine, que Gardel graba el 6 de julio de 1928, pinta la situación: “Como un graznido que el aire cruza/ ahí va ‘Lechuza’ rumbo al olvido (...)/ su muchachada de rompe y rasga/ se fue a baraja ya derrotada./ Hoy su barriada cambió de traje y/ el malevaje trabajando está (...)”. Y finaliza: “era el último malevo que iba rumbo a la muerte”.
El guapo –como hombre de una clase social marginal– fue defendido por Celedonio Flores en el tango Margot, que Gardel graba en 1921. Recordemos: “Son mentiras, no fue un guapo haragán y prepotente/ ni un cafishio veterano el que al vicio te largó./ Vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente./ ¡Berretines de bacana que tenías en la mente,/ desde el día en que un magnate cajetilla te engrupió!”. El 20 de agosto de 1927 graba Gloria de Armando Tagini y Humberto Canaro, tango  en el que la protagonista se niega entregarse al rico que le promete todo dado que –dice– “mi pibe no es/ bacán de bastón,/ pero –has de saber–/ tiene corazón”.
Ya en 1922 el zorzal hizo La brisa, de Francisco y Juan Canaro y Juan Caruso, en el cual las diferencias de clase impiden la concreción del amor, y en 1925 Caminito del taller de Castillo padre e hijo: “Caminito al conchabo,/ caminito a la muerte/ bajo el fardo de ropas/ que llevás a coser.../ Quién sabe si otro día/ como éste podré verte,/ pobre costurerita,/ camino del taller”.
La dicotomía entre la vida rumbosa de los ricos y la solidaria existencia del arrabal, o el dolor de los pobres, quedó expresada en más de un tango. Noches de Colón es del año 1929, tiene letra de Roberto Lino Cayol y música de Raúl de los Hoyos, y fue llevado al disco por Carlos Gardel. El protagonista recuerda sus tiempos de opulencia, cuando hacía gala del dinero tirado en juergas con mujeres, drogas y alcohol, disfrutando las veladas del teatro Colón. Ahora, como mendigo en la puerta del gran teatro, aconseja: “En las grandezas que da el dinero/ no pongas nunca tu vanidad,/ que mi fortuna fue como un sueño/ y traicionera la realidad”. Concluye lamentándose: “Son más crueles que el invierno/ del destino los rigores.../ ¡Gran señor y pordiosero,/ yo también tuve mis pobres/ en mis noches del Colón!”. De igual manera, el morocho grabó el 23 de setiembre de 1927 Vida amarga, de Pascual Mazzeo y Eugenio Cárdenas:

Cada vez que la miseria,
golpea en alguna puerta
pienso como desconcierta,
la suerte con su vaivén.

Y desfilan por mi vista
los dramas, rudos, fatales
de aquellos que en los umbrales
enseñan su desnudez.

Mudo de pena me quedo
cuando llega la pobreza
hasta la mísera pieza
de un pobre trabajador.

Y quisiera que mi vida
en oro se convirtiera
para que nadie bebiera
las hieles del sinsabor.

Quien sabe que triste historia
hay en cada dolorido
que sufrimiento escondido
guardan en su corazón.

Quien sabe si no vivieron
horas de bella dulzura
y hoy lloran las desventuras
de alguna muerta ilusión.

Y al mirar tanto infortunio
mi angustia fatal es tanta
que el alma se me quebranta
al ver tanto padecer.

Es que yo sufro, me abato,
frente al destino tirano
y ante el sufrir de un hermano
quisiera llorar con él.

"Vida amarga" de Pascual Mazzeo
y Eugenio Cardenas
por Carlos Gardel

En el caso de  Viejo curda, de Guillermo Barbieri  y José De Grandis, versión del 6 de octubre de 1927, se observa una notable interpretación del cantor consustanciado con el personaje que retrata, el borracho pintado por los autores como “viejo curda a quien he visto tantas noches/ embriagado entre unos cuantos parroquianos/ siendo escarnio de esos hombres inhumanos/ que se rieron sin fijarse en tu aflicción”.

Entre las primeras grabaciones de Gardel, nos encontramos con un tango cuya letra iconoclasta dice: “No tengo amigos, no tengo amores/ no tengo patria ni religión/ sólo amargura tengo en el alma...”. Su autor, Alberto Novión, dramaturgo francés radicado alternativamente en Montevideo y Buenos Aires, lo tituló El tango de la muerte. En 1931 grabó Como abrazado a un rencor, de Antonio Podestá y Rafael Rossi, clara declaración rebelde: “Yo quiero morir conmigo,/ sin confesión y sin dios,/ crucificao en mis penas/ como abrazao a un rencor”.
Estas obras son un antecedente de las muchas que vendrían, por las cuales se puede definir al tango como la musa del desencanto y el fracaso de vivir en este mundo cruel, y cuyo símbolo máximo se refleja en el tema de Cátulo Castillo Desencuentro cuando dice: “Ni el tiro del final te va a salir”. En esa línea  Gardel graba en 1932 Me da pena confesarlo, de su autoría con Le Pera y el letrista social Mario Battistella, responsable de  tangos como Al pie de la santa cruz con Delfino, Pobre rico y Bronca con Edmundo Rivero. El protagonista de Me da pena confesarlo concluye su exposición diciendo: “Uno a veces se defiende/ del dolor para vivir,/ como aquel que haciendo alarde/ del coraje en el sufrir/ no se mata de cobarde/ por temor a no morir”.
El mudo grabó temas sociales como Pordioseros, de Guillermo Barbieri;  Pajarito, del poeta anarquista Bautista Rímoli más conocido como Dante Linyera; Gorriones, de Celedonio Flores y Pereyra; Esclavas blancas, de Pettorossi y dos obras irónicas notables sobre la crisis del 29 y la pérdida de valores, ambas en un solo disco de la época en 75 rpm (conocido también como “de pasta”). Nos referimos a Esta vida es puro grupo de Alberto Tavarozzi y Enrique Carrera Sotelo y Mentiras criollas, de Oscar Arona. Esta última dice:

Si querés vivir feliz,

si ilusión querés tener
conformate con creer,
sin entrar a discutir
que te besan por amor,
que es alegre el cabaret,
que por diez dan dos de cien
pues no hay liquidación,
que si corren pa’ganar
te lo vienen a decir,
que te van a conseguir
un empleo nacional,
que no ha sido mancarrón
la ternera que comés
y que el vino que te alegra
vio la uva alguna vez.
Si al consejo andás cuerpeando
te prevengo, como amigo,
que las cosas que te digo
son verdades al revés;
dalas vuelta, meditalas,
campaneá que son fuleras
y mirá lo que te espera
si en mentiras no creés.
Vas tomuer si analizás,
no te hagás el Keyserling,
que es mejor hacerse el gil,
ser creyente y no dudar
que el casorio arreglarás
con la rifa del chalé,
que firmás los pagarés
por la guita que te dan,
que el patrón te va aumentar
si cinchás de sol a sol,
que de músico o doctor
por correo aprenderás,
que el calmante p’al resfrío
no te faja el corazón
y por su valor escrito
jugarás la del millón.

Mentiras criollas tuvo su antecedente en La crisis, de Alfredo Gobbi y en la obra de Angel Villoldo ambas de 1907, titulada Matufias o el arte de vivir, conocida en 1975 gracias a una grabación de Walter Yonsky. Estos tangos, como muchos otros que pintan la realidad del país en distintas épocas de crisis, no suelen aparecer en la antologías ni son difundidos por radio, pese a que fueron grabados por el siempre ponderado don Carlos.
No es casual la definición de Cátulo Castillo: “El tango es una actitud de rebeldía popular absolutamente definitorio de lo argentino”. O la de Discépolo afirmando que  “es un pensamiento triste que se baila”. Y Gardel hizo Yira yira, de Discepolín, con una clara intención de su sentido, que el propio autor le explica en el cortometraje dirigido por Eduardo Morera y que nos exime de comentarios. Aunque conviene recordar lo dicho por Discépolo: “Los temas míos que grabó Gardel son definitivos. Los comprendió como si él mismo los hubiera escrito”. El historiador Andrés Carretero entiende que el “tono dominante de las letras de tango es el realismo agudo”. Ese que es dable observar en Talán, talán, un tango poco conocido del año 1924, cuya autoría corresponde a Alberto Vacarezza con música de Enrique Delfino y que fue grabado por Gardel como siempre con un sentimiento imposible de igualar:

Talán, talán, talán...

pasa el tranvía por Tucumán
Prensa, Nación y Argentina,
gritan los pibes de esquina a esquina.
Ranca e manana, torano e pera...
ya viene el tano por la vereda.
Detrás del puerto se asoma el día,
ya van los pobres a trabajar,
y a casa vuelven los calaveras
y milongueras a descansar.
Talán, talán, talán...
sigue el tranvía por Tucumán.
Del acoplado en un banco
muy pensativo viaja don Juan,
un viejo criollo que hace treinta años
en las estibas se gana el pan.
Está muy triste desde aquel día
que su hija mala dejó el hogar
siguiendo el paso de aquel canalla
que por su puerta lo vio rondar.
Talán, talán, talán...
se va el tranvía por Tucumán.
Pero al llegar cerca ‘el bajo
un auto abierto se ve cruzar,
en el que vuelve la desdichada
medio dopada de humo y champán.
El pobre viejo la reconoce
y del tranvía se va a largar,
pero hay amigos que lo contienen
y el auto corre... no se ve más.
Talán, talán... pobre don Juan.


"Talan, talan" de Vacarezza y Delfino
por Carlos Gardel

Como muy bien señala Andrés Chinarro en El tango y su rebeldía, “el arte de un pueblo nace de lo recóndito de sus miserias y de sus rebeldías. (...) Esta música se siente y se ‘mastica’ cuando se ha nacido con conciencia de clase. (...) Quien quiera conocer la historia veraz de Buenos Aires deberá recurrir a las letras del cancionero porteño.  Las varias miles de ellas retratan con fidelidad inigualada todas las etapas de nuestra ciudad a partir de 1900”. El dolor y frustración del inmigrante aparece en Giuseppe el zapatero de Guillermo del Ciancio; en el melodrama de Galleguita, obra de Alfredo Navarrine y Pettorossi; en La violeta, obra imperecedera de Nicolás Olivari y Cátulo Castillo. Y así podríamos continuar citando temas llevados al disco por este artista que a más de 70 años de su muerte sigue vigente, está presente, marcando a fuego con su repertorio y  expresión dolorosa la cruel realidad de su pueblo sabiendo, como en Buenos Aires,  tango de Manuel Romero y Manuel Jovés, que en esta pretenciosa reina del plata bajo su manto “risas y llanto /muy juntos van./ Risas y besos, farra corrida/ todo se olvida/ con el champán./ Y a la salida/ de la milonga,/ llora una nena/ pidiendo pan.../ ¡Por algo es que en el gotán/ siempre solloza una pena!”, tango que el gran Carlitos no dejó de interpretar reiteradamente. La primer versión es de 1923 y la segunda del 1 de abril de 1930.

Gardel cooptado por la industria cultural


La idea del cantor y gran melodista sobre el tango que vislumbraba hacia el futuro, quedó manifiesta en declaraciones realizadas en 1935 a un cronista  de la publicación Mensajero Paramount.
Allí señaló: “Hoy, como en otras épocas, la música que se escribe es producto del medio ambiente (...) El cambio es la vida dicen algunos. Otros expresan la misma cosa con palabras distintas: ‘el movimiento es vida’ o ‘renovarse es vivir’. Todo es lo mismo pues lo que pretende eternizarse desaparece y como la música desaparecerá con el último suspiro del hombre, acompaña al fenómeno de la vida, esto es, cambia, se transforma, se adapta, varía de acuerdo a los gustos, tal como ocurre con la arquitectura”.
En esta reflexión nos encontramos con un Gardel evolutivo, dialéctico. Recordemos la frase de Heráclito, uno de los primeros dialécticos de la historia: “Todo fluye. Nadie se baña dos veces en el mismo río”. Pero a la vez se trata de un Gardel cooptado por la industria cultural en especial a partir de 1934/35 en que filma en los Estados Unidos. Bien es cierto que no va a Hollywood, la meca del cine comercial, sino a Nueva York.  No olvida a “Mi Buenos Aires querido” y canta “Volver”, pero se somete a la melosidad de Alfredo Le Pera, el ideólogo del grupo, que escribe los guiones de sus películas. Pero éstas son en castellano, tienen cierto acento local, actores argentinos e incluso un pibe argentino inmigrante, Astor Piazzolla. Pero tanto sus filmes como canciones (más que tangos) tienen características internacionales, pensados para el mercado americano.
Ya Gardel no representa a los marginados del sistema con su canto rebelde o cuestionador, con el tango de arrabal, lunfardesco, el guapo en retirada, las muchachitas pervertidas por las luces del centro. Ahora apunta a ganar a las clases medias, que se han volcado decididamente al tango, ritmo que tendrá en los años ‘40 una masividad sorprendente. La muerte del cantor impedirá saber como habría de seguir la historia de su evolución, aunque la versión en inglés de Amargura (Cheating muchachita), como antes había hecho temas en francés e italiano, nos muestran una tendencia. Es fácil advertir una estrategia artística-comercial encaminada hacia la universalización, llamada luego globalización, aunque llena de contradicciones. Su arreglador orquestal, Terig Tucci,  en el libro Gardel en Nueva York pone en boca del cantor la siguiente afirmación: “Cómo voy a cantar palabras que no entiendo, frases que no siento. Hay algo en mí  que vibra al sonido de palabras que me son familiares, que están hondamente arraigadas en lo íntimo de mi ser; palabras que aprendí en mi niñez, que tienen significado de cosas  muy nuestras, imposible de transmutar. Mi idioma, señores, es el español... o mejor aún, el porteño. ¡Yo se cantar solamente en criollo!”. ¿Verdad o nuevamente parte del mito?
Así como en literatura el oligarca que escribe  cubriendo su ocio da paso al escritor profesional de clase media –de Güiraldes a Gálvez diría David Viñas– en el tango se da a la inversa: del autor de suburbio como Celedonio Flores o Linyera, e incluso más atrás con la poesía prostibularia anónima, se pasa al autor “culto y pulcro”, Alfredo Le Pera.
Un detalle: los viajes de Gardel repiten el periplo de la vieja oligarquía, cuya meta era Europa, en especial Francia. París es el faro luminoso,  la meca cultural y el reino del jolgorio (tirando “manteca al techo”). Había que imitarlos. En su arquitectura, sus parques, sus modas. Y aquí la sorpresa: se encuentran con que el tango triunfa en París. ¿Cómo no nos dimos cuenta de que era nuestro?, se preguntarán. En 1910 –centenario mediante– se difunde oficialmente. Es más, se crearán espacios dignos de él, construyendo el Armenonville y el Palais De Glace, nombres franceses si los hay. De mirar a Europa la burguesía argentina –en especial en la segunda mitad del siglo XX– vira hacia la mediocre USA, el nuevo paradigma (visitar Disneylandia). La dependencia económica del país va girando de Inglaterra a EE.UU. París bien vale una misa, pero business are business. Gardel se adelanta a ese viraje de la burguesía local: en 1935 de la discográfica inglesa Odeón se traslada a la norteamericana RCA Víctor (“la voz del amo”, es su eslogan sintomático).
La historia internacional del tango se repetirá: Europa, Japón, Estados Unidos. Lo veremos hacia finales del siglo XX con Tango for ever, Tango Argentino y sus sucedáneos, el último, Tanguera, todos ellos triunfando especialmente en USA con gran despliegue periodístico. El  tango show  toma así vuelo internacional, y rebotará en el medio pelo argentino que, una vez más, se vuelca al tango: “Gustó en Broadway ¿viste?”
Quedará una pregunta sin respuesta: ¿es un Gardel traidor el Gardel internacional, o un Gardel adaptado a la nueva realidad del mundo que vislumbraba y que se dará después de la Segunda Guerra Mundial, ahora sí con la hegemonía total de Norteamérica? Seguramente Gardel intuyó que Mentiras criollas, Pordioseros, Pan, Acquaforte, Yira, yira o Esclavas blancas, por citar unos pocos tangos, no significaban nada en EE.UU. y el resto del continente. Su canto entonces se globaliza, canta con orquesta, cosa que antes descartaba casi totalmente, necesita canciones más adaptadas al tiempo por venir: a la industria cultural transnacionalizada. Un ejemplo posterior: Julio Iglesias cantando en inglés para captar mercados o haciendo tangos edulcorados sin entenderlos, pero siguiendo la moda vigente.
Lejos Gardel, aquí permanecerá Agustín Magaldi como fiel representante de los despojados cantando –con voz plañidera– la reivindicación de los marginados del sistema con Acquaforte, Vagabundo, El huérfano y el sepulturero, La canción del inmigrante, Jorobeta, Huerfanita y, fundamentalmente, esa acusación a la década infame que representa Dios te salve m’hijo del poeta anarquista Luis Acosta García, responsable además de la crítica canción criolla Ave María. Sin olvidarnos de El penado 14, quejumbrosa y lúgrubre canción de Carlos Pesce, Magaldi y Noda, que impactará en la sociedad de la época en que las cárceles estaban repletas de presos sociales y políticos. Letras rayanas en la cursilería pero recibidas con beneplácito por los humildes de la época. Tangos que –a su vez– perderán vigencia con la nueva etapa que se abre en los años 40.
En Tango e identidad nacional, Juan Carlos Jara reflexiona sobre la “imperiosa necesidad de asumir que política y arte, economía y cultura son conceptos íntimamente relacionados entre sí. Negar identidad nacional a las creaciones culturales del pueblo, por ejemplo, también forma parte de una estrategia política”. Es la que utilizaron los representantes de la élite intelectual, aupados en los cenáculos del poder. Es evidente en el caso de Gardel, a quien su repertorio lo elevó a cantor nacional, es decir, representante de la cultura de un país. Incluso habiéndose comercializado en el cine, Gardel supo que lo suyo era nuestro idioma, nuestra idiosincrasia, nuestro cancionero criollo, y en cuanto al tango, el Río de la Plata. Dio testimonio del tiempo que le tocó vivir. Apuntó a nuestra identidad. Avanzó en la divulgación del tango-canción en el cual abrevarían autores como Homero Manzi, José María Contursi, Homero Expósito, Eladia Blázquez y Héctor Negro. Construyó parte de la cultura argentina, por tanto, fue un cantor político y social.
Frente al silencio sobre este aspecto de su figura, nos parece importante rescatar a este Gardel en el marco de cada aniversario de su fallecimiento, que la necrofilia argentina –como en tantos otros casos– pondera más que el natalicio. Por tanto, nos resulta importante la reivindicación llevada a cabo por Ben Molar para que el 11 de diciembre, fecha del nacimiento del francesito, fuera designada como el día del tango. Ese baile, esa música, esa poesía que nos representa cabalmente y lleva en su orillo una marca política indeleble. “Sí, también política, –como escribe Pablo Fermín Oreja– porque bien ha dicho un estudioso al calificar al tango como ‘una aventura política y social’, elaborada entre malevos, conventillos, obreros anarquistas,  cantones radicales y comités conservadores. El tango se convirtió en una síntesis del país y Gardel es un pregonero del mensaje”. Hombre de su tiempo y de todos los tiempos. Por eso, “cada día canta mejor”.

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