Homero Manzi : letras para los hombres
Así es el tango, sabés,
de ayer y de hoy,
requiebro y pena de amor...
tristeza de arrabal,
y rencor
de horario y de jornal...
(“Así es el tango” de Homero Manzi)
Por Ricardo Horvath
¿Hombre de letras o letras para los hombres? La pregunta nos surge a propósito de lo expresado por el propio Homero al plantear una definición de su obra, de su decisión de vida. La respuesta –nos parece– amerita otra pregunta: ¿es acaso una contradicción insalvable o, dialécticamente, se trata de lo mismo? Porque todo es y a la vez no es. Ya lo había explicado Heráclito: “nadie se baña dos veces en el mismo río”, porque es el mismo río, pero a la vez no es dado que se tratan de otras aguas...
De ahí que debemos repetir afirmaciones ya expresadas en alguna otra oportunidad: se suele citar que Homero Nicolás Manzione fue un autor romántico, nostálgico, sentimental y pintoresquista del barrio, olvidándose que además se ocupó de hablar del hombre como animal político según la conocida definición. ¿O acaso no dijo claramente “ser hombre de Leandro Alem”? Se olvida que es autor, al mejor estilo payadoril, de dos trabajos grabados en 1949 por Hugo del Carril de ponderación de la obra de gobierno de Juan Domingo Perón: “Canto de un payador al general Juan Perón” y “Canto de un payador a la señora Eva Perón”. Fue además autor de “Milonga de FORJA” (“Forjista que estás de guardia/ si te preguntan contesta/ que estás de guardia en la noche/ esperando que amanezca”, en obvia referencia al cambio político y social que el país necesitaba y el pueblo buscaba frente a la conocida como “década infame”).
Y a propósito de esta cuestión, hay una muy inteligente reflexión aportada por nuestro filósofo Gustavo F. J. Cirigliano (verificable en su libro “Tangología”), a propósito del vals “Un día llegará”. Allí ensaya: “Todo texto tiene más de un nivel de significación. Significa sí lo que dice pero también lo que sugiere, suscita, encubre, vela, contradice. Entonces uno puede preguntar qué es aquello que “un día llegará” y que lo “estaban esperando los caminos,/ la alondra y el trigal/ las rosas y las copas de los pinos,/ la sed y el manantial”. Me animo a una hipótesis (...) H. M. busca convertir al Proyecto del 80 europeizador, (que por otra parte nos hizo ‘eco’ de Europa), en pasado, instalarlo en el recuerdo, transformarlo en algo evocable que ya no es más el hoy y que hay que retornarlo al tiempo ido...para que quede un espacio vacío (...) Mi conclusión, discutible: convertir todo aquello en pasado, hacerlo nostalgia sería dar paso a un nuevo Proyecto de País, a una nueva Argentina, para ansiar y aguardar su llegada”, concluye Cirigliano. Se nos hace acertado el análisis, pese a la modestia de su autor al señalar que su planteo es discutible: Manzi comprendió que algo había muerto y por lo tanto algo nuevo debía nacer. No es casual, aunque pueda considerarse controvertido, su pasión nacional que lo hace enfrentar a la dictadura fascista instaurada en el 30, su acérrimo yrigoyenismo trasladado a su continuación, que para él era el proyecto nacido el 17 de octubre de 1945, aunque nunca estuviera afiliado oficialmente al partido surgido entonces.
Tampoco es casual que haya escrito que buscaba “en el pasado un tema de inspiración para fortificar nuestras canciones tan amenazadas de extranjerismo”; reivindicó a los negros en sus candombes y a Rosas en “Juan Manuel” (“Candombe de los morenos/ por los barrios del tambor./ Candombe de noche roja/ por la Niña y el Señor./ Cuntango, carancuntango,/ cuntango, carancuntán. ./ En vaina de sombra turbia/ la traición es un puñal./ Urquiza viene legando, / lo saldremos a esperar”.
Escasamente difundida es gran parte de su obra. Tal el caso de “¡Tango!” donde expresa: “¡Tango!.../ piel oscura, voz de sangre./ ¡Tango!.../ yuyo amargo de arrabal./ (...) ¡Todo!.../ todo vive en tu emoción./ Percal y horario, ropa y costura, / pena de agosto, tardes sin sol./ Luto de otoño, pan de amargura,/ flores, recuerdos, mármol, dolor”. Es sintomático que de su tango con Sebastián Piana, “Quinta edición”, solamente se conozca una versión instrumental a cargo de la Orquesta Típica Víctor. Allí se refleja un drama publicado en crónica policial del diario “Crítica”: “Fortuna de diez pesos, la libreta del civil,/ cuarenta en los anillos y después el porvenir,/ la pieza, cuatro muebles y el perfume del hogar,/ tres meses sin amigos y en afán de trabajar/ (...) el eterno declive/ y lloró la carita del pibe/ sobre el drama de quinta edición”. Su voz crítica al sistema puede escucharse en “Oro y plata”: “Un pardo con diez monedas/ forró de seda tu corazón./ La plata siempre es la plata/ que hiere y mata sin compasión”.
Apenas se recuerda su milonga “Eufemio Pizarro”, realizada junto a Cátulo Castillo y dedicada al anarquista y ladrón que frecuentaba las reuniones del altillo revolucionario de Homero, y colaboraba en la financiación de un boletín que editaban los radicales “legalistas” asentados en Pompeya, según recuerda Aníbal Ford. Muchos de sus poemas recién fueron musicalizados por Juan “Tata” Cedrón en el año en que se recordó el centenario de su natalicio, como por caso “Elegía”, “Mala estrella”, “Matungo”, “Palabras sin importancia”, “El pucho”, “En un corralón de Barracas” y “Barullo” entre otros. Tampoco se conocen versiones de “Manicomio”: “Los enfermos meten leña/ los atletas piden paz/ Mambrú no fue a la guerra/ porque dicen que es neutral/ (...) Manicomio,/ valen menos los terneros/ se derrumban los ganados,/ pero suben el puchero/ los puesteros del mercado./ Manicomio,/ en el Chaco dan abrigos/ y en el polo no los dan,/ en la chacra sobra el trigo/ y en las mesas falta el pan”.
Escasamente difundida es gran parte de su obra. Tal el caso de “¡Tango!” donde expresa: “¡Tango!.../ piel oscura, voz de sangre./ ¡Tango!.../ yuyo amargo de arrabal./ (...) ¡Todo!.../ todo vive en tu emoción./ Percal y horario, ropa y costura, / pena de agosto, tardes sin sol./ Luto de otoño, pan de amargura,/ flores, recuerdos, mármol, dolor”. Es sintomático que de su tango con Sebastián Piana, “Quinta edición”, solamente se conozca una versión instrumental a cargo de la Orquesta Típica Víctor. Allí se refleja un drama publicado en crónica policial del diario “Crítica”: “Fortuna de diez pesos, la libreta del civil,/ cuarenta en los anillos y después el porvenir,/ la pieza, cuatro muebles y el perfume del hogar,/ tres meses sin amigos y en afán de trabajar/ (...) el eterno declive/ y lloró la carita del pibe/ sobre el drama de quinta edición”. Su voz crítica al sistema puede escucharse en “Oro y plata”: “Un pardo con diez monedas/ forró de seda tu corazón./ La plata siempre es la plata/ que hiere y mata sin compasión”.
Apenas se recuerda su milonga “Eufemio Pizarro”, realizada junto a Cátulo Castillo y dedicada al anarquista y ladrón que frecuentaba las reuniones del altillo revolucionario de Homero, y colaboraba en la financiación de un boletín que editaban los radicales “legalistas” asentados en Pompeya, según recuerda Aníbal Ford. Muchos de sus poemas recién fueron musicalizados por Juan “Tata” Cedrón en el año en que se recordó el centenario de su natalicio, como por caso “Elegía”, “Mala estrella”, “Matungo”, “Palabras sin importancia”, “El pucho”, “En un corralón de Barracas” y “Barullo” entre otros. Tampoco se conocen versiones de “Manicomio”: “Los enfermos meten leña/ los atletas piden paz/ Mambrú no fue a la guerra/ porque dicen que es neutral/ (...) Manicomio,/ valen menos los terneros/ se derrumban los ganados,/ pero suben el puchero/ los puesteros del mercado./ Manicomio,/ en el Chaco dan abrigos/ y en el polo no los dan,/ en la chacra sobra el trigo/ y en las mesas falta el pan”.
Y están aquellos poemas no musicalizados como “Rosedal” (“Rosedal,/ paisaje de peluquería/ cursi como una pérgola/ o como un paquete de masas con cinta azul y blanca/ tal vez por eso mi aventura infantil te despreció inclemente./ Y con malandrines prefería las arcadas del puente/ donde pernoctan vagos filosóficamente”). O “Jardín zoológico” (“Si yo tuviera un sánguche de queso,/ un jarrito de lata, un guardapolvo blanco,/ treinta condiscípulos y un chocolatín, en un coche expreso del Anglo/ haría una excursión al jardín”). O “42 versos a la Facultad de Derecho” ( “Corazón que practica/ la leyenda hipocrática de dormir a la izquierda./ Hecho con las estrías de cien muchachos locos/ que sueñan con la paz/ y que hacen simbiosis/ –pampeanamente rara– de Yrigoyen con Marx”). O “Treinta años”, en que evoca los comienzos de su militancia recordando a Eduardo Howard, presidente de la Federación Universitaria Argentina (FUA), perseguido y encarcelado por la dictadura uriburista, y al barco “Chaco” de la Armada, que llevaba a Ushuaia a presos políticos y sociales (“Leí Filosofía, estudié Introducción/ un discurso de Howard/ el ‘Chaco’ y sus obreros. /Abandoné los libros y me hice luchador”).
Como periodista, escribió en la década del 30 en la revista “Micrófono” una cerrada defensa de la estatización de las radioemisoras para que las mismas se transformaran en verdadero vehículo de cultura, de educación y formación, de defensa de lo nacional. Como en el caso del artículo publicado el 20 de setiembre de 1934 titulado “Errores de Carlos Gardel”, del cual rescatamos un párrafo significativo: “Otro error de Gardel es ir a Francia o Nueva York a filmar películas, cuando ni económicamente se beneficia con ello. En esas películas tiene que actuar en ambientes arbitrarios y con la colaboración de artistas insignificantes que reducen el marco de su acción. Con este espejismo Gardel está retrasando el progreso de la cinematografía nacional, ya que los filmadores extranjeros al contratarlo nos escamotean al astro de mayor arrastre de la lengua castellana. Es que los yanquis saben que el cetro cinematográfico del mundo español, vendrá a pasar a nuestras manos fatalmente. Por eso se apuran a rodar a Gardel para contrarrestar el éxito de “Riachuelo” y de las películas que están en preparación. “Riachuelo” ha reportado a la Argentina Sono Film una fortuna. Bueno, si en dicha película hubiera figurado Gardel el triunfo no puede ni calcularse. Y el mismo pudo haber ganado una suma cuantiosa insospechada. ¿Se lo imaginan ustedes a Gardel actuando entre figuras como Libertad Lamarque, Luis Sandrini, Alicia Vignoli, Charlo y coros auténticamente argentinos? ¿Lo ven ustedes moviéndose en el escenario natural del arrabal porteño, lleno de sugestiva propiedad?”.
Hombre de cine, directivo de la Sociedad de Autores (SADAIC), poeta popular, político y sindicalista, por ende no puede encerrárselo en los márgenes que pretenden algunos al señalarlo exclusivamente como un poeta culto, sin revelar –como bien afirma Orlando F. Calgaro– “lo importante de su intento que fue cuestionar el modo de realización de una cultura popular, como expresión auténtica de las capas más importantes del país (...) Afortunadamente Homero Manzi dejó escritas algunas páginas sobre el tema. Por ejemplo en 1947 publicó un corto trabajo precisamente llamado ‘Lo popular’. Allí dirá que la cultura originaria de América fue destruida y suplantada. A partir de ese momento fue sometida a la imitación. En medio de esas situación surgieron las manifestaciones populares que comenzaron a desarrollarse precariamente prestando su aceptación a lo que surgía de sí mismo y su repudio heroico a lo que venía de lejos. Es decir, en lo popular está la fuerza que se opone a la presión cultural de las metrópolis, que acompaña y complementa la economía, y a la cultura dependiente que elaboran los intelectuales colonizados. Valorar lo popular significaba para Manzi romper el complejo de inferioridad colonial y tener derecho a elaborar una cultura propia”.
No es casual, entonces, que Homero haya sido un hombre político cuya meridiana claridad lo haya llevado a escribir aquello de “me he impuesto la tarea de amar todo lo que nace del pueblo, todo lo que llega al pueblo, todo lo que escucha al pueblo”.
Como periodista, escribió en la década del 30 en la revista “Micrófono” una cerrada defensa de la estatización de las radioemisoras para que las mismas se transformaran en verdadero vehículo de cultura, de educación y formación, de defensa de lo nacional. Como en el caso del artículo publicado el 20 de setiembre de 1934 titulado “Errores de Carlos Gardel”, del cual rescatamos un párrafo significativo: “Otro error de Gardel es ir a Francia o Nueva York a filmar películas, cuando ni económicamente se beneficia con ello. En esas películas tiene que actuar en ambientes arbitrarios y con la colaboración de artistas insignificantes que reducen el marco de su acción. Con este espejismo Gardel está retrasando el progreso de la cinematografía nacional, ya que los filmadores extranjeros al contratarlo nos escamotean al astro de mayor arrastre de la lengua castellana. Es que los yanquis saben que el cetro cinematográfico del mundo español, vendrá a pasar a nuestras manos fatalmente. Por eso se apuran a rodar a Gardel para contrarrestar el éxito de “Riachuelo” y de las películas que están en preparación. “Riachuelo” ha reportado a la Argentina Sono Film una fortuna. Bueno, si en dicha película hubiera figurado Gardel el triunfo no puede ni calcularse. Y el mismo pudo haber ganado una suma cuantiosa insospechada. ¿Se lo imaginan ustedes a Gardel actuando entre figuras como Libertad Lamarque, Luis Sandrini, Alicia Vignoli, Charlo y coros auténticamente argentinos? ¿Lo ven ustedes moviéndose en el escenario natural del arrabal porteño, lleno de sugestiva propiedad?”.
Hombre de cine, directivo de la Sociedad de Autores (SADAIC), poeta popular, político y sindicalista, por ende no puede encerrárselo en los márgenes que pretenden algunos al señalarlo exclusivamente como un poeta culto, sin revelar –como bien afirma Orlando F. Calgaro– “lo importante de su intento que fue cuestionar el modo de realización de una cultura popular, como expresión auténtica de las capas más importantes del país (...) Afortunadamente Homero Manzi dejó escritas algunas páginas sobre el tema. Por ejemplo en 1947 publicó un corto trabajo precisamente llamado ‘Lo popular’. Allí dirá que la cultura originaria de América fue destruida y suplantada. A partir de ese momento fue sometida a la imitación. En medio de esas situación surgieron las manifestaciones populares que comenzaron a desarrollarse precariamente prestando su aceptación a lo que surgía de sí mismo y su repudio heroico a lo que venía de lejos. Es decir, en lo popular está la fuerza que se opone a la presión cultural de las metrópolis, que acompaña y complementa la economía, y a la cultura dependiente que elaboran los intelectuales colonizados. Valorar lo popular significaba para Manzi romper el complejo de inferioridad colonial y tener derecho a elaborar una cultura propia”.
No es casual, entonces, que Homero haya sido un hombre político cuya meridiana claridad lo haya llevado a escribir aquello de “me he impuesto la tarea de amar todo lo que nace del pueblo, todo lo que llega al pueblo, todo lo que escucha al pueblo”.
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