"Desde la escuela apostamos a la cultura como facilitadora
de la salud"
Discurso de Ricardo Horvath en el Distrito Escolar 11 Manuel José de Lavardén y su centro cultural
En el mes de octubre último, el filósofo argentino
Mario Bunge en respuesta a una entrevista que le realizaran en España con
motivo de ser doctorado honoris causa en la Universidad de
Salamanca, recordaba que ‘Aristóteles decía que el origen de la ciencia está en
el asombro, en la curiosidad. El que no se asombra por nada, nada va a
investigar’. Nos parece apropiada la reflexión en tanto y en cuanto –quizá
porque ya hemos perdido la capacidad de asombro– los argentinos parecemos poco propicios a investigar, a
interrogarnos por ejemplo, sobre los motivos por los cuales esa entrevista no
tuviera amplia difusión en nuestro país, a inquietarnos por profundizar en lo
que nos ocurre y nos quedamos en la superficie como bobalicones ante la
pantalla idiota de la televisión. Precisamente en ese mismo mes de octubre el
tradicional diario La Nación, a través
de una serie de notas firmadas por lo que llamó ‘especialistas de la cultura,
la educación y la radiodifusión’, mostraba su preocupación por el mal uso del
lenguaje en los medios de comunicación, tema que motivó un enérgico
pronunciamiento de la
Academia Argentina de Letras. Dicho sea de paso a ningún radiodifusor o papanata que pulula en la TV pareció interesarse en
absoluto de la cuestión y todo siguió igual. Llamativamente –o no tanto–
ninguno de los consultados cuestionó lo que cualquier observador serio sabe:
los medios de difusión –como la cultura, la educación, el régimen sanitario, en
definitiva la economía y la política– son, ni más ni menos, que el reflejo de
la sociedad que los engendra y los contiene. Herencia nefasta, además, de las
dictaduras militares.
Entremos, pues, a la temática propuesta en este
encuentro, planteando algunas cuestiones que se nos ocurren están relacionas
entre sí, hacen a un todo alienante de difícil resolución en los marcos
propuestos por el capitalismo
globalizado, y en las características
específicas de nuestro continente estragado por las políticas
neoliberales, la deuda externa y la dependencia de los centros de poder que
imponen su cultura macdonalizada.
...
‘Cultura es aquello que no se olvida’, asegura un
proverbio popular japonés. Desde ese precepto se nos ocurre pensar que los
periodistas, como los docentes – junto a todos los trabajadores de la cultura –
debemos plantear debates, tener propuestas, plantar bandera y realizar acciones
para que la memoria de nuestro pueblo no se pierda. Que no se olvide, que no
quede en el basurero de la historia como nos ha ocurrido reiteradamente a los
argentinos en estos dos siglos que cumpliremos
apenas en siete años más. En eso estamos muchos –quizá demasiado
aislados, dispersos– ante un sistema perverso, la desmemoria oficial, los
argumentos posmodernos del pragmatismo,
los que sostienen el fin de la historia y las ideologías, el eterno ‘no
te metás’ argentino, el sálvese quien pueda, y la mediocridad que nos acosa
desde ciertos cargos, que provocan lo que se ha dado en llamar el ‘apunamiento
de las alfombras’, es decir el mareo del poder, la lucha por los cargos
oficiales en internas sin ton ni son por el poder mismo. Y en el más feroz
individualismo.
En este esbozo de cuadro de situación faltaría agregar
la aparición de los así denominados
‘operadores de prensa’ capaces de hacer pasar por ‘progresista’ a cualquier neoconservador
o ex ministro de alguna de las tantas dictaduras que fueron minando las
reservas democráticas amasadas en el seno del pueblo. En su obra Buenos Aires salvaje Eduardo Rinesi nos
recuerda que ‘Cada vez más, en Buenos Aires, ser es ser clientes. No ya
ciudadanos (...) este gobierno (por Menem pero nosotros podríamos incluir a sus
sucesores), nos convirtió –primero– de ciudadanos en contribuyentes –segundo–
de usuarios en clientes’.
En efecto, el ‘ágora’ se convirtió en ‘escenario’
donde se habla de ‘actores políticos’, mientras el ciudadano es un simple
espectador pasivo, un ‘cliente’ sin posibilidad de expresarse ya que, además,
‘no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes’.
Representantes que se muestran
indiferentes e incapaces de escuchar los reclamos populares y ante cualquier
manifestación o reclamo encuentran a mano el palo de amasar ideologías del cual
hablaba Mafalda, siempre tan lúcida y actual, o recurren al estado de sitio o
la estigmatización, o la criminalización de la protesta. Antes era el
comunismo, luego la subversión, después los luchadores por los derechos
humanos, a posteriori los caceroleros y asambleístas, ahora los piqueteros, con
la diferenciación entre buenos y malos,
una clara creación de la prensa con línea de bajada desde el poder con el
accionar de los mencionados ‘operadores de prensa’. ¿Alguien responde a la
obvia pregunta sobre quién o quiénes son los responsables de que existan
piqueteros?. ¿Es que acaso nacieron de un repollo o los trajo una cigüeña de
París?.
En forma paralela el sistema termina por cooptar a
intelectuales adaptables a todo terreno capaces de insertarse en cargos
oficiales para ofrecer en los servicios culturales ideas pret-a-porté, simple
moda, souvenir para turistas como ocurre ahora con el tango, superficialidad,
farándula, pura fachada sin tener presente que el servicio cultural jamás es
difusión sino transmisión de significado, Ya que, si es difusión, es simple
espectáculo musical, show, es decir, espejitos de colores, verticalismo,
degradación, desmemoria. Y que lo diga el gran hermano televisivo. Pero ya
iremos en su momento a la tevé. Ahora señalemos que los senderos de la gestión
cultural son los de la libertad de expresión, los de la creación que encierra
los sueños e imaginarios colectivos, el capital simbólico que nada tiene que
ver con el negocio del megaevento y el show de humo y lentejuelas.
Como muy bien dice la promotora cultural Susana
Velleggia, ‘la ciudad es muchas cosas; el diseño urbano, los edificios, los
espacios públicos y privados, las vías y medios de transporte, etcétera, pero
ante todo sus ciudadanos. La cultura de los ciudadanos y la cultura de las
relaciones sociales, son la trama desde la cual se teje la vida cotidiana de la
ciudad. Por ello, las acciones de la gestión cultural no son –no pueden ser–
eventos excepcionales o espectáculos magníficos pero esporádicos, sino la
urdimbre que sostiene y acrecienta esa trama todos los días, desde la vida
cotidiana de los individuos. En primer lugar de los que, por diversas
razones, más privados están de cultura
ciudadana’.
Por estas y otras múltiples cuestiones es que
consideramos central rescatar el rol del ciudadano que ha quedado, como el
mismo Estado, transformado en un simple rehen del mercado, más allá de los
distintos intentos por quebrar esa red perversa desde múltiples acciones
ciudadanas que en su momento atravesaron el desierto ante la indiferencia
generalizada y que fue la ronda de las Madres, la concentración de los
miércoles de los jubilados, la marcha blanca de los docentes, la resistencia a
las privatizaciones y a la desmantelación de la industria nacional que dio
origen, precisamente, a los primeros piquetes. Sumemos luego los cacerolazos, el 19 y 20 de
diciembre de 2001, etcétera, más allá de los resultados mediocres obtenidos.
Sin embargo, como ha dicho un notable pensador y
práctico latinoamericano, de las grandes crisis salen las soluciones en tanto y
en cuanto no son las ideas las que generan las crisis sino que las crisis
generan nuevas ideas. No es casual el momento actual de polémica abierta en que
puede observarse al vecino de Buenos Aires ( y podemos decir a toda la
ciudadanía del país saliendo lentamente de su letargo para enfrentar las
prepotencias del poder), para reivindicar su
lugar de ciudadano y protagonista de la historia ya sea ésta la gran
historia como la pequeña que a diario protagoniza creando cultura.
...
Hablemos de vecinos y ciudadanos. Vecino es el próximo
y el prójimo. Lo próximo nos toca a nosotros porque está en relación con las
pasiones, con los sentimientos, con los instintos, con los deberes y aun con
los pactos de la vida humana. Lo próximo es afinidad. Lo que está próximo nos
interesa. El vecino es nuestro prójimo y es ciudadano. Es pueblo y no ‘gente’
como dicen ahora para quitarnos el papel de activos participantes en la gestión
gubernativa, en la toma de decisiones, en la lucha por tener un lugar en el
mundo. El trabajo permite tener un lugar en el mundo, es una forma de ser
ciudadano. El trabajo es cultura. Más de un veinte por ciento de nuestros
prójimos está desocupado, subocupado, o bajo la línea de pobreza. Ha dejado de
ser vecino, ciudadano, para transformarse en un marginal, desprotegido,
desahuciado, con sus hijos muriendo por desnutrición y él mismo víctima de
enfermedades endémicas, muchas de ellas desterradas y vueltas a aparecer
gracias al neoliberalismo en boga. Es un nuevo bárbaro al que hay que expulsar
de la ciudad cercada para proteger a los poderosos. Pareciera ser que Umberto
Eco tenía razón al plantear en los años ’70 que estábamos retornando a la Edad Media...¿ será
por eso que los ricos y famosos se refugian en los countries donde pueden hasta
ocultar un asesinato fraguando una muerte certificada por médicos, policías,
funerarias y silencios propios de la homertá?. ¿Será por eso también que se
intenta recrear al mecenazgo que los dueños del poder aplicaban ‘a piacere’ precisamente en la Edad Media sojuzgando
al creador?. ¿Será que han encontrado una nueva fórmula para acallar al
intelectual rebelde y comprometido que propiciaba Juan Paul Sartre como modelo
a seguir?. No debemos ir muy lejos: Jorge Guinsburg –autocalificado como
rebelde y transgresor en décadas pasadas–
recién entrado el siglo XXI reconoció en un reportaje que antes tenía
más libertad porque no integraba el mundo de la farándula. Y sí, nos quieren
faranduleros, tinellizados, maurovielizados, grondonizados, un modelo
propiciado por Neustadt y que el menemato instaló para quedarse. Y para eso se
utiliza la radiodifusión que ha desplazado a la familia y la escuela en la
educación y la formación de las nuevas generaciones. Con lucidez, un artista
popular –mencionamos a Fito Páez– supo decir con claridad en la edición del 14
de julio de 1994 del diario Clarín lo
que sigue: ‘No puede ser lo que está haciendo Marcelo Tinelli. Ese tipo está
vaciando la cabeza de la gente. Ni siquiera le paga a los incautos que sale a
buscar a la calle. Me da bronca. Alguien tiene que decir que eso no sirve para
nada. No es la industria de la joda. Es la industria de la nada. Lo peor es que
los chicos que recién salen a la vida
así comienzan a formar su idea del mundo’. Con otras palabras pero desde la
misma perspectiva lo habían señalado intelectuales como el estadounidense
Herbert Schiller quien en su obra Aviso
para navegantes escribió que ‘sólo
la industria del ocio se beneficia de la creciente oleada de historias de
horror que constituyen el grueso de la diaria programación de supuesto interés
humano de la televisión’. Y el español
Toni Puig Picart en Ciudad y cultura en
el siglo XXI cuando expresa que ‘la cultura hoy, en los medios de
comunicación y la industria del espectáculo es cosa de vendedores de
detergentes para lavarropas y pócimas para la belleza. Estamos en los tiempos
de la mediocrización de la cultura’.
Los mal llamados medios de comunicación son en
realidad medios de difusión. Difusión de la ideología dominante. De cuarto
poder la prensa pasó a ser el primer poder y expresa al poder mismo del sistema
al cual adhieren y sostienen. Los personajes creados por la tevé no son
casuales sino causales, expresan la enfermedad del sistema que necesita seres
enfermos, alienados, no pensantes. Reitero: los medios no son de comunicación.
Comunicar, según la definición de Habermas, es tomar decisiones conjuntamente.
¿Qué clase de ‘comunicación’ tenemos en nuestro país?. ¿De qué hablamos cuando
hablamos de comunicación?. ¿Qué clase de participación o de decisión tiene el
pueblo consumidor de la basura que nos ofrecen los medios de difusión?.
El
arte del motor es un trabajo teórico del francés Paul Virilio.
Este pensador reflexiona sobre el papel de los medios y nos recuerda que éstos
estimulan la formación de una sociedad atomizada: son los motores de realidad
que intentan manejar el cerebro de los pueblos. Virilio asegura que la
televisión y la prensa disponen de un poder exorbitante al mentir por omisión
cuando una información podría perjudicar sus intereses. Ninguna legislación
limita su libertad de desinformar. Y esto es lo que vivimos a diario en la Argentina. No hay
pues tal comunicación que se pregona a los cuatro vientos por el sector
empresarial propietario de los medios, detentador y disfrutador de su concentración en pocas
manos. En realidad el modelo nos está
mostrando con total claridad que lo que existe no es libertad de prensa sino de
empresa. Que la libertad de expresión queda sometida al mercado. Y es por eso
que puede repetirse sin temor a error lo expresado por Herbert Marcuse: ‘nadie
hace (en la sociedad de consumo) lo que en realidad quiere y cada uno se
habitúa a hacer lo que se le impone y condiciona por medio de las técnicas
publicitarias y represivas’.
Habrá que comprender, entonces, que los medios son
algo demasiado importante como para dejarlos exclusivamente en manos de
los dueños de los medios de difusión. Es
que para ellos éstos son un negocio que les permite a su vez controlar a la
sociedad y no paran en mientes con tal de lograr su objetivo. Es por eso que
estamos viviendo esta etapa del TV basura y de falta de originalidad y
contenido con los así denominados ‘reality shows’ de supuesto periodismo y bajo
entretenimiento, de atomización, dispersión y confusión ideológica. Por eso
estamos sometidos a una desinformación disfrazada de realismo. Por eso el más
crudo amarillismo, la crónica roja, la manipulación como método. Esta es la
obra más acabada del neoliberalismo, de la globalización impuesta. Bastará
recordar que en los documentos Santa Fe I y II elaborados por los cerebros más
lúcidos y reaccionarios de los Estados Unidos
se recomendaba a finales de los ’70 llevar adelante (textual) la guerra cultural hacia el subcontinente.
Los dueños de
los medios son los verdaderos dueños del país. Buscan que no se comprenda la
realidad o que se la malinterprete. Imponen temas, es decir la agenda del
público. Pero no sólo eso. Llegan a determinar cómo pensar tal como se prueba
en una reciente investigación realizada
por un equipo de encuestadores de la Universidad de Maryland. Por la misma se
estableció que ‘uno es el diario que lee y el canal de TV que mira’. Los medios
imponen políticas. Frenan la posibilidad de hacer cambios. De ahí la necesidad
de abrir el debate sobre estas cuestiones, para comprender que los medios
–además– nos ofrecen fragmentos de la
realidad y que por eso terminan mintiendo, como cuando ocultan la verdad.
...
El gran Quinquela Martín decía que si el arte no sirve
para educar, no sirve. De esta manera desplazaba la idea del arte como un
negocio –y así se interpreta en estos tiempos feroces– para insertarlo en la
idea del arte como palanca educacional. La radio y la tevé podrían ser elementos claves en la política
educacional y en la alfabetización masiva como se ha probado con un
revolucionario método cubano premiado por la UNESCO y aplicado exitosamente en países como
Haití y Venezuela. Dicha experiencia no
ha merecido difusión por parte de quienes se ocupan de determinar
qué es noticia y que no lo es. Sobre esta modalidad, aplicada con éxito en una
escuela de González Catán, aquí nomás en el Partido de La Manzana, apenas mereció un
artículo en el matutino Página/12.
Nosotros creemos con José Martí que ‘criticar no es
censura, sino ejercer el criterio’. Ejercer el criterio es necesario hoy más
que nunca ante el silenciamiento que imponen el poder económico y el político,
el despropósito en el manejo de los medios y en la gestión cultural ya sean del
gobierno nacional como el de la ciudad. Volviendo a Paul Virilio recientemente
nos acaba de alertar que ‘si en los próximos años no crece la cantidad de
críticos de arte, ya no habrá libertad ante los multimedia y las nuevas
tecnologías. Habrá una dictadura de la tecnociencia’.
Tenía razón George Orwell. El gran hermano nos
observa, nos vigila, nos ordena y el debate sobre los verdaderos desafíos que
la moderna tecnología impuesta desde los centros de poder, está por completo
ausente del discurso dominante acerca de la comunicación, el arte, la cultura,
que para el señor Di Tella es algo desconocido según propia confesión al ser
designado por el actual presidente de la república. El sentido común, incluso,
ha sido borrado de nuestras mentes.
Estas cuestiones son, a nuestro entender, claves para
nuestro futuro como nación independiente. Creemos que no es casualidad que en
el taller ‘Comunicación y ciudadanía’ realizado en el Foro Social Mundial de
San Pablo en febrero de 2001, incluyó entre sus conclusiones que ‘la
comunicación se ha constituido en un pilar fundamental del proceso de
globalización y se caracteriza por la tendencia a la concentración monopólica,
animada por la fusión de megagrupos que son los principales actores de la
globalización. Los conglomerados que controlan el mundo de la comunicación se
han constituido en una especie de segundo poder que garantiza la hegemonía
ideológica del ordenamiento neoliberal. La
información se ha tornado esencialmente en una mercancía –de acuerdo a
la lógica neoliberal– que establece que todo puede ser vendido, tener un precio
y un dueño. Se impone un tipo de información ‘universal neutra’: uniforme,
unidimensional y de fuente única. Es
imperativo que la lucha contra esa concentración monopólica y por la
democratización de la comunicación, se convierta en uno de los grandes ejes de
la lucha social’.
Pero ocurre que la cultura ha quedado en manos de los
‘yuppies’ fundamentalistas del mercado que nos hablan de un nuevo fetiche que denominan ‘industrias culturales’. Bien
podrían leer nuestros funcionarios del área cultural al especialista español
Toni Puig Picart cuando escribe: ‘Las empresas –con todo el discurso de los ’80
sobre la maravilla de las industrias culturales– trabajan hoy para el mercado
del ocio. Que es otra cosa: es distracción, espectáculo’. En realidad lo saben,
no por casualidad además de funcionarios y empleados políticos de eterna
presencia, son empresarios del espectáculo y por eso promueven el megaevento
que siempre deja resultados en caja. Y efectivamente nos distraen con la TV basura y la radio del grito
o la mera difusión del disco de moda que ellos mismos promueven para
beneplácito de las grabadoras multinacionales. Y después dicen que eso es lo
que el público pide.
Precisamente un informe de este año 2003 nos señala
que la industria disquera internacional está concentrada en cinco grandes
grupos oligopólicos. Son ellos BMG, EMI Music, PolyGram, Warner y Sony, que
controlan el 75% del mercado mundial de la música. Cada uno de estos grupos
integra a su vez distintas empresas multimediáticas que van desde periódicos, telemisoras, radios, productoras
cinematográficas, comunicaciones satelitales, telefónicas, redes de Internet,
editoras de libros con conexiones a la vez con la industria electrónica y de la
guerra. Estos pulpos cotizan en los
mercados financieros, cuentan con poderosos accionistas insertados en las
estructuras del poder político, poseen filiales en todo el mundo, definen
gobernantes o dan golpes de estado como el que en el año 2002 realizaron en
Venezuela contra Hugo Chavez Frías, repuesto en su cargo por el accionar
popular.
A su vez hay toda
una parafernalia publicitaria que nos vende productos inútiles o filmes
degradantes con héroes de pacotilla, música de categoría infamante,
pornografía, literatura berreta de autoayuda, horóscopos, recetas para adelgazar, filosofía barata.
Y que además quiere imponernos el ALCA, ‘desregular’
la educación, inducirnos al gerenciamiento de los clubes deportivos y de
las universidades, liquidando la noción
del conocimiento como bien social, ofreciendo el pago de la fraudulenta deuda
externa por educación. Los mencionados grupos multinacionales del espectáculo y
el entretenimiento controlan a la vez el cobro de derechos autorales y las
redes de distribución de sus productos ya sea en librerías, disquerías o salas
cinematográficas. Asimismo manejan el denominado merchandaising, es decir, los
productos derivados ya sean juguetes, remeras, adornos, etcétera. El conjunto
de esta industria monopólica del disco está evaluada en 45 mil millones de
dólares. Son los directivos de este sistema plutocrático los que determinan los
gustos, las modas, las tendencias, los artistas que deben ser promovidos, los
que deben ser ninguneados , y las corrientes del gusto público que deben
tenerse en cuenta para el negocio de la industria cultural.
De tanto en tanto suelen surgir productoras cinematográficas independientes o
disqueras que si tienen éxito son absorbidas rápidamente por los mastodontes.
Se cita, por ejemplo, el caso de la firma inglesa Virgin que fue comprada por
mil millones de dólares por la
EMI. En Francia la disquera independiente Trema de Charles
Aznavour, fue capturada por Sony Music.
Incluso los grandes grupos se fusionan como ocurrió con la PolyGram con Seagram,
propietaria de los estudios Universal y que a su vez se fusionó con Vivendi, dueña de Universal
Music. Vivendi actualmente está en
crisis y a punto de ser tragada por
General Electric, empresa atada a la industria de la guerra en los
Estados Unidos.
La desregulación auspiciada por el señor W, actual
okupa de la Casa Blanca,
viene favoreciendo esa concentración de medios y está liquidando a las empresas
pequeñas de radio y televisión.
Este es un proceso enfermizo que se viene dando
también en nuestro país donde a los grupos monopólicos locales se suman ahora
las empresas extranjeras a las que se les abrió las puertas de par en par
durante el menemato y nadie se atreve a ponerles coto.
...
La sociedad argentina está en crisis. La degradación
económica, política, social y cultural es más que evidente. Se ha devastado a
la escuela pública y a la medicina
social. Hay un dato aterrador: la
Argentina ocupa el primer lugar en el ranking latinoamericano
de SIDA pediátrico transmitido de madres a hijos, según una información de
estos días. Asimismo conocemos los hechos de Tucumán y otras provincias con la
muerte infamante de niños que podrían salvarse. Y en el caso de los
sobrevivientes desnutridos sabemos lo que ocurrirá con su coeficiente
intelectual y su capacidad de aprendizaje, reducido prácticamente a la nada.
Hay en el país 6 millones de chicos pobres.
Para volver a lo nuestro, digamos que en el llamado
mundo globalizado la defensa de las culturas nacionales se hace imprescindible
o se corre el riesgo de perecer. Mucho más en la Argentina donde no se
perciben intentos serios por incorporar a la moderna tecnología para el
desarrollo independiente, donde las políticas culturales han quedado a merced
del mercado, sin defensa. País donde los medios de difusión no cumplen su rol
social y la educación ha quedado en el absoluto olvido y para colmo
desarticulada con los famosos planes impuestos por el Fondo Monetario y el
Banco Mundial.
El ingeniero Horacio Reggini, autor de los libros Los caminos de la palabra y Sarmiento y las telecomunicaciones
señalaba en un artículo publicado en el diario La
Nación que ‘en
pos del bien social que representa la educación, el futuro egresado
universitario necesita manejarse fluidamente en las tradiciones y en el
espíritu de su comunidad. Es decir, necesita cultivar su pertenencia profunda a
una circunstancia histórico-social, de modo que para él capacitarse signifique preservar el solar que
lo ha alumbrado’. ¿Se logrará eso con maestros y profesores mal pagos, sin
aliciente, con profesionales recién recibidos sin salida laboral?. ¿Qué se hace
concretamente por amparar, proteger al científico, al intelectual, al artista
argentino?. ¿Es realmente para el gobierno la educación un bien social, un
servicio público o ha sido devaluado a baño público, a letrina?. ¿Qué puede
enseñar un maestro mal pago a un alumno desnutrido en una escuela que se cae a
pedazos?. ¿Cuál es el proyecto oficial en materia educativa , acaso el pagar la
deuda externa con educación?. Podríamos repetir los interrogantes de la
licenciada Silvia Satulovsky en su respuesta al proyecto ministerial de canje
de deuda: ‘¿Los organismos internacionales no son, en definitiva quiénes han
venido financiando directa o indirectamente la educación argentina?. ¿Una
educación fragmentada, con escuelas de una tiza y de cinco tizas, una educación
para pobres y otra para ricos?. ¿Esta es la ‘calidad y la equidad’ que pretende
el ministro?. ¿ ‘Armar individuos polivalentes y proactivos’ para trabajar en
el mercado de trabajo cortoplacista y macdonalizado?. ¿No deberíamos garantizar
la formación de sujetos creativos, críticos, capaces de comprender la realidad
y desnaturalizar los elementos de perversión con los que explota este
sistema?’.
Y continúa Satulovsky con su acertada andanada
diciendo: ‘El ministro habla de capacitación docente, nos preguntamos ¿desde
qué marcos teóricos?. ¿En la línea de la disminución del riesgo, que pone paños
fríos a la pobreza legitimándola a través de
políticas compensatorias?. Cuando habla de ‘que las comunidades locales
son las que se van a hacer cargo de la educación’ ¿se refiere a que son las
empresas las que van a esponsorear las escuelas definiendo el currículo y la formación del egresado, marcando políticas
educativas acorde a los intereses del capital y del mercado?. La educación del
pueblo no se ‘canjea’ con organismos internacionales de crédito, se construye a
partir de un verdadero debate popular, que garantice la defensa de nuestras
propias raíces, la construcción de nuestra identidad a partir de la pluralidad
de opiniones y de la verdadera diversidad entendida como una distribución
social del conocimiento’.
...
Hay que reconocer que los funcionarios oficiales están
cortados por la misma tijera. La señora que disputaba ocupar el puesto de
secretaria de cultura de la ciudad auspiciada por el empresario Telerman, es la
misma que siendo subsecretaria de Patrimonio Cultural asegurara en el acto
público realizado con motivo del día de los museos que éstos sirven ‘para el
ocio contemplativo’. Es decir que para Silvia Fajre todo se trata de pasen,
paguen, vean, aplaudan. Si están aburridos súmense a los que contemplan la vida
por tevé. No palpen, no miren, no analicen, no se enteren ya que, como ha dicho
un funcionario radial de este mismo gobierno progresista de la ciudad ‘los
medios no cumplen función pedagógica’. Entonces no cuestionen, no pisen el
césped, robotícense. Nosotros –piensan y así actúan– desde nuestros fastuosos
escritorios y mullidas alfombras les diremos como es el show cultural, en qué y
cómo entretenerse, que tienen que escuchar, que tiene que ver y leer. No
piensen, que es peligroso; no participen, dedíquense al ocio contemplativo que
no trae problemas. Los funcionarios, como quería Lampedusa, estamos para que
las cosas sigan igual aunque parezcan que han cambiado.
...
El investigador europeo Cees Hamelink en su obra Hacia una autonomía cultural de las
comunicaciones mundiales nos recuerda que ‘el diseño de cualquier política
nacional debe comenzar por preguntarse: ¿qué clase de sociedad queremos y cómo
vamos a lograrla?. La respuesta será decisiva para definir el aporte que se
espera de los procesos comunicacionales’. En un país vasto como la Argentina, centralista,
antifederal, dependiente de los centros de poder dominante en diversas etapas
históricas, que ha asimilado con la inmigración diversas culturas, la clase
dominante no ha sido capaz de implementar políticas culturales y comunicacionales
que nos permitieran apuntar y menos afianzar una identidad. La identidad
implica una raíz común, conciencia sobre esa raíz, sobre la historia, sobre la
memoria colectiva. Dos argentinas se hacen permanentemente presentes: la del
poder y la subterránea, la de la cultura de élite y la de la cultura popular.
La síntesis no ha sido lograda. He aquí una tarea para los gobernantes.
¿Querrán encararla?.
En nuestra modesta opinión no puede plantearse una
política nacional de cultura y comunicaciones si no se recupera el rol del
Estado. Y aquí hay que debatir, entonces, de qué estado se trata. Nos consta
que ‘el Estado es una máquina destinada a mantener la dominación de una clase
por otra’. Entonces se comprende el motivo por el cual hablamos de dos argentinas
y el por qué de la existencia de dos argentinas. Para colmo de males en esta
etapa de globalización neoliberal, de desregulación y privatización, las pocas
conquistas populares logradas a partir de un estado puesto a buscar el equilibrio social, han sido
liquidadas. La globalización de la economía, la política y la cultura ponen al
estado-nación al borde de la liquidación.
Sigamos entonces este razonamiento. Ya lo señalaba en
su momento Raúl Scalabrini Ortiz: ‘Lo que no se legisla explícita y taxativamente
a favor del débil, implícitamente queda a favor del poderoso’. Y en materia de
radiodifusión se sigue legislando a favor del poderoso. En el orden educacional
se liquida a la escuela pública y la universidad abierta al pueblo. En lo
cultural se apuesta al show, al megaespectáculo, a la banalización, a la
importación de productos comerciales en desmedro de nuestros artistas, a la
imposición de la literatura del best seller a través de grupos editoriales
monopólicos provenientes del exterior. Se apuesta a la copia –a la mala copia–
y no a la creación.
La radiodifusión es un modelo de lo que estamos
comentando y que, para colmo, vive en estado de caos. La responsabilidad recae
en aquellos que durante largos períodos históricos – y aún hoy– no legislaron o
legislaron mal en la materia; sobre aquellos que confundieron gobierno con
estado; sobre aquellos que transformaron
la radiodifusión en mero negocio. El caos se expresa en la permanencia de leyes
contradictorias, superpuestas, en reglamentos ridículos, decretos de necesidad
y urgencia que favorecieron a los amigos del poder de turno y a los grupos
extranjeros. El proceso que comentamos sería demasiado extenso para
explicitarlo aquí. Digamos, sin embargo, que para nosotros queda claro que la
radiodifusión no puede estar separada de un proyecto nacional de cultura, de
una ley general de Telecomunicaciones, no puede estar separada de un cuerpo
jurídico que involucre al correo en su nueva formulación electrónica (como
señalara Umberto Eco ‘el ministerio de correos está destinado a ser más
importante que defensa e interior’). Pero al mismo tiempo no puede quedar de
lado la creación de una ley de prensa amplia, pluralista, antimonopólica que
defienda el derecho humano del ciudadano a la información , la comunicación, al
derecho a réplica. Y que a la vez defienda al periodista con el concepto de
‘real malicia’ y la denominada ‘cláusula de conciencia’ que lo ampare de la
persecución ideológica patronal en el medio donde desempeña su labor. En un
estado moderno no puede ignorarse una ley del libro que apoye la industria
nacional. Una ley del teatro, del cine y el video que proteja nuestro espacio
audiovisual frente a la invasión foránea. Ante las novedades tecnológicas que
nos acosan, el país debe tener una estrategia cultural y comunicacional; se
debe recuperar la ley del doblaje aprobada en 1986 y reglamentada en 1988 pero enviada al baúl de cosas
ignoradas. Se hace necesario legalizar el espectro radiofónico existente y establecer un plan nacional y
racional, de frecuencias a ocuparse en forma amplia y plural. Legislar entonces
impidiendo la concentración de medios en pocas manos y menos en las de los
grupos extranjeros, con el fomento al medio comunitario y la aplicación de
fuertes impuestos a los multimedios existentes para desalentar su ampliación,
el impulso de organismos sociales de control y el ombudsman del público. Claro,
no se trata solamente de crear leyes: hay que obligar a cumplirlas, una
tradición olvidada en nuestro país.
...
Para finalizar, volvemos al comienzo de esta charla en
que mencionábamos a Mario Bunge. En el mencionado reportaje, obviamente
publicado por una agencia de noticias alternativa, el filósofo reflexionaba
criteriosamente que ‘la información en sí misma no vale nada, hay que
descifrarla. Hay que transformar las señales y los mensajes auditivos, visuales
o como fueren, en ideas y procesos cerebrales, lo que supone entenderlos y evaluarlos. No basta poseer un
cúmulo de información. Es preciso saber si las fuentes de información son puras
o contaminadas, si la información como tal es fidedigna, nueva y original,
pertinente o impertinente a nuestros intereses, si es verdadera o falsa, si
suscita nuevas investigaciones o es tediosa y no sirve para nada, si es
puramente conceptual o artística, si nos permite diseñar actos y ejecutarlos o
si nos lo impide. Mientras no se sepa todo eso, la información no es
conocimiento. Y lo que importa es el conocimiento’. Lo saben muy bien ustedes,
los docentes: lo que importa es el conocimiento.
Aunque la cita sea demasiado extensa bien valen las
reflexiones de nuestro filósofo que en su discurso en la Universidad de
Salamanca, sobre el cual algunos ya han dicho que debería ser lectura obligada
en los gobiernos y las administraciones públicas, enfatizó en la importancia de
que los países hagan inversiones en investigación básica porque, de lo
contrario, la gallina no pondrá huevos de oro. Y advirtió que la cosecha de
frutos no es inmediata pero sí determinante para la sociedad. Pero siguiendo
con su análisis sobre la información
Bunge recalcó la necesidad de averiguar quiénes son los dueños de la
fuente de información y de los medios de difusión aclarando que ‘si la información
está distribuida equitativamente, puede beneficiar a todo el mundo. Si, en
cambio, está concentrada en pocas manos, va a beneficiar primordialmente, sino
exclusivamente, a los dueños de esas fábricas de información’. Fue claro y
terminante al hablar de medios de difusión y fábricas de información. Como fue
claro al manifestar que ‘en general, el
problema principal del mundo contemporáneo –también lo fue del antiguo– es la
concentración de la riqueza y de los bienes en pocas manos. La desigualdad, un problema
de siempre, un problema que sólo se podría resolver tomando medidas económicas,
culturales y políticas. Hay que distribuir el poder. Y esa mejor distribución
debe abarcar, entre otros aspectos, a los medios de comunicación’.
También señaló que ‘antes la gente pasaba horas o días
buscando una información. Ahora puede encontrarla muy rápidamente a través de
Internet. Pero esa mayor facilidad tiene su lado negativo, que es la sobrecarga
de información. Debemos ahora protegernos contra esa sobrecarga, crear filtros
para que no nos llegue tanta información mala o impertinente. Necesitamos más
tiempo para reflexionar y menos para buscar información (...) Hace falta más
tiempo para ensimismarse, para reflexionar en silencio y soledad (...) La
imagen, demasiado rápida, reemplaza al pensamiento (...) La imagen no tiene
contenido conceptual. Puede suscitar ideas en algunos casos, pero es muy
superficial. Porque lo que podemos ver es apenas la piel de las cosas. La mayor
parte del mundo está oculta a la vista, hay que conseguirla, hay que imaginarla,
hay que conjeturarla. Y la imagen nos restringe a las apariencias. La palabra
puede transmitir conceptos, algo que la imagen no puede. Y solamente con
conceptos se accede a lo invisible, que es la mayor parte del universo’.
Hacer visible lo invisible es nuestra obligación como
responsables del manejo del aula o de un medio de difusión y apostar a la
creatividad de nuestro pueblo que se revela en los momentos mas difíciles, en
la resistencia, sabiendo que sólo lo popular y lo nacional podrá salvarnos frente
a la globalización impuesta. Pensando siempre que los molinos de viento no son
invencibles, que la honda de David, bien empleada como lo hacen algunos pueblos
hermanos del continente y del Tercer Mundo, es un arma de triunfo; que la
palabra sigue siendo un arma de lucha. Pintemos nuestra aldea para ser
universales, injertemos a nuestro tronco ramas nuevas sin tirar abajo el árbol.
Llenemos el país de color, poesía, vida digna de ser vivida. Embaracemos a
nuestra patria de utopía. Y gracias por soportar este largo y latoso discurso
que más parece una descarga, pero que intenta ser una reafirmación de
principios, aunque seguramente no llega a cubrir como corresponde la consigna
que nos ha sido planteada por parte de los organizadores. Sin embargo siempre
es bueno recordar el viejo aforismo que dice: el que quiera oir, que oiga.
Gracias por la invitación.
...
Hoy, a 11 años de aquella charla, el país ha sufrido
un giro copernicano más que interesante, sobre todo en materia de derechos
humanos, con la sorpresa de un
presidente indicándole a un jefe militar que baje el retrato de Videla
de su pedestal. Después hechos auspicios en materia cultural y fundamentalmente
con la aprobación de una nueva ley de radiodifusión, con expresa decisión de
ponerla en marcha. También podemos mencionar la eliminación de las AFJP y la
reparación a los jubilados, incorporando a millones con la jubilación de la
mujer. Y dos hechos sintomáticos reestatización de YPF y Aerolíneas Argentinas.
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