12 mar 2014

Maniobras Yanquis en la UNESCO

A propósito de la Cumbre Mundial de la Información

De esta nota no tengo referencia de la fecha de edición, todo un descuido. Salió en el periódico Enfoques  alternativos

Valores y  dublés...

E.S.Discépolo (Cambalache)


Por Ricardo Horvath

En 1984 la reaccionaria administración de Ronald Reagan retira a los Estados Unidos de la UNESCO. Igual medida adoptan Gran Bretaña y Singapur. Desde hacía largo tiempo los yanquis venían saboteando a la institución en tanto y en cuanto intentaban la caída de su presidente, el senegalés Amadou Mathar M´Bow, un tercermundista defensor del Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, que buscaba un equilibrio internacional frente al avance arrollador de los grupos monopólicos de prensa que se concentraban en el norte desarrollado, en especial los EE.UU., país que aparecía como potencia económica hegemónica, cosa que se corroboró tras la caída del Muro de Berlín. El proyecto del Nuevo Orden se diluyó al asumir el español Federico Mayor Zaragoza, cuando lavados socialdemócratas europeos se treparon a las huestes yanquis. Cosa que siguió hasta el año 2003 en que, bajo la presidencia del japonés  Koichiro Matsuura, los gringos retornan a la UNESCO. Lo había anticipado el 12 de setiembre de 2002 el fascista okupa de la Casa Blanca George W. Bush, en uno de sus fanáticos discursos guerreristas en defensa de los supuestos “derechos humanos” (de la industria petrolera, obvio ). Después de declarar la tercera guerra mundial, mister W tranquilizó al mundo entero señalando que “como símbolo de nuestra consagración a la dignidad humana, Estados Unidos regresará a la UNESCO. Esta organización ha sido reformada, y Norteamérica participará plenamente en  su misión de adelantar los derechos humanos, la tolerancia y el aprendizaje”. Derrotados  los sostenedores del Nuevo Orden, para la dirigencia del Departamento de Estado la UNESCO “ha recuperado la visión de una prensa libre y la libertad de expresión que sus fundadores atesoraron”. Está claro de que libertad de prensa se habla: la de los dueños del poder mediático, lo que siempre se conoció como libertad de empresa, y de la famosa SIP, propiciadora de los golpes de estado, un apéndice de la CIA norteamericana como hace ya décadas atrás probara el gran periodista argentino Gregorio Selser. 

Amadou Mathar M´Bow

El regreso de USA a la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Cultura y la Educación, se realiza a cambio de una serie de concesiones que buscan transformar  a la institución en un mero apéndice de los yanquis en un momento en que en el mundo comienzan a soplar nuevos vientos dispuestos a liquidar las nefastas consecuencias del neoliberalismo globalizado. Y que se expresa en la resistencia a las imposiciones del imperio en materia del dominio centralizado de las tecnologías comunicacionales  e Internet. Esto quedó reflejado en la Cumbre Mundial de la ONU sobre la Sociedad de la Información celebrada en Ginebra a finales del año 2003. Allí la sociedad civil reclamó una revisión de los mecanismos de gobierno de Internet y un compromiso de crear un Fondo de Solidaridad Digital, cosa a la cual se oponen las corporaciones transnacionales privadas.

Pero ¿qué es la Sociedad de la Información? La pregunta es clave ya que refleja dos visiones distintas del problema, es más, dos visiones sobre el futuro de la humanidad: la que otorga a la tecnología un poder sobrenatural donde exista un sociedad subordinada a los chips, cables, computadoras, etc. producidas y controladas por los grupos monopólicos multimediáticos o la sociedad plural donde se respeten los derechos humanos básicos de educación, alimentación y salud para todos y donde se acepten las diversidades culturales, étnicas, regionales, linguisticas y de género, el derecho a la comunicación y control de Internet , donde el dominio público se anteponga a los intereses comerciales privados. 

La moderna tecnología en sí misma no es buena ni mala, la cuestión es dilucidar para qué y cómo se utiliza, a quien sirve, si es un servicio público o un negocio privado. Por caso: ¿para qué sirve la parafernalia tecnológica a los 1.200 millones de personas que sobreviven en la pobreza extrema?. ¿En qué los beneficia a los 842 millones de hambrientos y a los 2.400 millones que carecen de elementos básicos de salud?. ¿Para qué les sirven las computadoras e Internet a los 854 millones de adultos  analfabetos que hay en el mundo y a los 115 millones de niños sin acceso a la escuela?. ¿Cómo usarán  la moderna tecnología los 2.000 millones de seres humanos que carecen de energía eléctrica?. Las cifras son pavorosas. Según el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) el 88% de los usuarios de Internet viven en países desarrollados, lo que representa menos del 15% de la población  mundial. En Africa hay 14 millones de líneas telefónicas para 739 millones de habitantes y sólo 6 países de ese continente representan el 90% de los usuarios. En Africa los internautas no llegan a un millón, mientras que en Gran Bretaña son 10,5 millones. Menos del 1% de los habitantes de Asia meridional tienen acceso a Internet a pesar de que en esa región vive el 20% de la población del planeta. Mas del 80% de los sitios de Internet están en inglés aunque se trate del idioma del 7% de la población mundial. Aun si las redes se multiplicaran por dos, la mayoría de los países subdesarrollados seguirían excluidos de la denominada revolución informática debido al analfabetismo, la falta de conocimientos de computación y la ausencia de infraestructuras de comunicación. En Benin, por caso, más del 60% de la población es analfabeta. Y no es el único ejemplo. A los  millones de analfabetos que existen en todo el mundo hay que añadir los 211 millones de niños menores de 14 años que viven en la esclavitud.


Para el especialista cubano Enrique González-Manet “la Conferencia Cumbre sobre la Sociedad de la Información ha dejado un saldo de incertidumbre, ambigüedad y frustración, sin llegar a concretar sus objetivos más importantes: el financiamiento para el desarrollo digital de los países del Tercer Mundo y la regulación o administración institucional de las direcciones de dominio relativas al acceso a Internet”. A nuestro entender,  estos encuentros internacionales en los cuales aparecen diversos sectores en disputa y donde prevalece el interés imperial (no en vano con su retorno a la UNESCO Estados Unidos garantiza su sostenimiento con un 22% de su presupuesto a cambio de disponer de un puesto en su Consejo Directivo), no hacen más que tirar la pelota hacia delante (en este caso una nueva reunión en Túnez en 2005), y las resoluciones se demoran en poner en marcha ya que quedan encerradas en textos híbridos producto del consenso que deja a todos conformes y sin soluciones concretas a la vista.

Es que el debate central no está en la agenda de estas reuniones: ¿de qué hablamos, de información o conocimiento?. Igualmente: ¿qué desarrollamos en nuestros países dependientes: la política proyanqui de industria cultural o la decisiva fórmula de arte y ciencia para la independencia nacional?. La información es superficial y manejada por los monopolios del sector, el conocimiento es profundo, requiere capacidad de abstracción, de análisis y debate. La industria cultural es un producto comercial, superficial, donde prima el show, el esparcimiento banal; arte y ciencia se inserta en la estrategia revolucionaria de la cultura nacional y popular. Como señalara Beatriz Balvé “el arte es un instrumento de lucha obrera que a la vez legitima al artista como sujeto productor de la cultura”. No es casual que en Cuba exista un Ministerio de Cultura y otro de Informática y Comunicaciones; que en dicho país Fidel Castro haya lanzado una verdadera revolución cultural con la denominada “batalla de ideas” y que su estrategia apunte hacia una sociedad del conocimiento. No por nada su representante  oficial en el encuentro de Ginebra, el presidente del Parlamento Ricardo Alarcón, reclamó “que la Declaración y el Plan de Acción de esta Cumbre sirvan para detener la manipulación mediática, revelar verdades, aceptar la diversidad cultural y dejar de imponer los patrones  del Norte sobre el Sur (...). No es hora de fabricar quimeras ni hacernos eco de una retórica que poco dice a los pueblos. Para hablar seriamente de sociedad de la información, primero tendríamos que conquistar un mundo libre de hambre, la incultura, la insalubridad, la discriminación y la exclusión. Sólo en un contexto verdaderamente humano y solidario, ella será algo más que una consigna engañosa”.


En nuestro país desde hace rato los intelectuales orgánicos del sistema y ciertos “progres” se subieron al caballo de Troya de las “industrias culturales”. Ahora van por más e intentan reflotar el proyecto de Ley de Mecenazgo. La designación de Luis Brandoni como asesor de la Secretaría del Cultura de la Ciudad es apenas la punta del iceberg.

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