17 mar 2014

XV Jornadas Pedagógicas y Culturales. Viernes 12 de diciembre de 2003


"Desde la escuela apostamos a la cultura como facilitadora de la salud"


Discurso de Ricardo Horvath en el Distrito Escolar 11 Manuel José de Lavardén y su centro cultural

En el mes de octubre último, el filósofo argentino Mario Bunge en respuesta a una entrevista que le realizaran en España con motivo de ser doctorado honoris causa en la Universidad de Salamanca, recordaba que ‘Aristóteles decía que el origen de la ciencia está en el asombro, en la curiosidad. El que no se asombra por nada, nada va a investigar’. Nos parece apropiada la reflexión en tanto y en cuanto –quizá porque ya hemos perdido la capacidad de asombro– los argentinos  parecemos poco propicios a investigar, a interrogarnos por ejemplo, sobre los motivos por los cuales esa entrevista no tuviera amplia difusión en nuestro país, a inquietarnos por profundizar en lo que nos ocurre y nos quedamos en la superficie como bobalicones ante la pantalla idiota de la televisión. Precisamente en ese mismo mes de octubre el tradicional diario La Nación, a través de una serie de notas firmadas por lo que llamó ‘especialistas de la cultura, la educación y la radiodifusión’, mostraba su preocupación por el mal uso del lenguaje en los medios de comunicación, tema que motivó un enérgico pronunciamiento de la Academia Argentina de Letras. Dicho sea de paso  a ningún radiodifusor  o papanata que pulula en la TV pareció interesarse en absoluto de la cuestión y todo siguió igual. Llamativamente –o no tanto– ninguno de los consultados cuestionó lo que cualquier observador serio sabe: los medios de difusión –como la cultura, la educación, el régimen sanitario, en definitiva la economía y la política– son, ni más ni menos, que el reflejo de la sociedad que los engendra y los contiene. Herencia nefasta, además, de las dictaduras militares.
Entremos, pues, a la temática propuesta en este encuentro, planteando algunas cuestiones que se nos ocurren están relacionas entre sí, hacen a un todo alienante de difícil resolución en los marcos propuestos  por el capitalismo globalizado, y en las características  específicas de nuestro continente estragado por las políticas neoliberales, la deuda externa y la dependencia de los centros de poder que imponen su cultura macdonalizada.
                                              ...
‘Cultura es aquello que no se olvida’, asegura un proverbio popular japonés. Desde ese precepto se nos ocurre pensar que los periodistas, como los docentes – junto a todos los trabajadores de la cultura – debemos plantear debates, tener propuestas, plantar bandera y realizar acciones para que la memoria de nuestro pueblo no se pierda. Que no se olvide, que no quede en el basurero de la historia como nos ha ocurrido reiteradamente a los argentinos en estos dos siglos que cumpliremos  apenas en siete años más. En eso estamos muchos –quizá demasiado aislados, dispersos– ante un sistema perverso, la desmemoria oficial, los argumentos posmodernos del pragmatismo,  los que sostienen el fin de la historia y las ideologías, el eterno ‘no te metás’ argentino, el sálvese quien pueda, y la mediocridad que nos acosa desde ciertos cargos, que provocan lo que se ha dado en llamar el ‘apunamiento de las alfombras’, es decir el mareo del poder, la lucha por los cargos oficiales en internas sin ton ni son por el poder mismo. Y en el más feroz individualismo.
En este esbozo de cuadro de situación faltaría agregar la aparición de los así denominados  ‘operadores de prensa’ capaces de hacer pasar  por ‘progresista’ a cualquier neoconservador o ex ministro de alguna de las tantas dictaduras que fueron minando las reservas democráticas amasadas en el seno del pueblo. En su obra Buenos Aires salvaje Eduardo Rinesi nos recuerda que ‘Cada vez más, en Buenos Aires, ser es ser clientes. No ya ciudadanos (...) este gobierno (por Menem pero nosotros podríamos incluir a sus sucesores), nos convirtió –primero– de ciudadanos en contribuyentes –segundo– de usuarios en clientes’.
En efecto, el ‘ágora’ se convirtió en ‘escenario’ donde se habla de ‘actores políticos’, mientras el ciudadano es un simple espectador pasivo, un ‘cliente’ sin posibilidad de expresarse ya que, además, ‘no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes’. Representantes  que se muestran indiferentes e incapaces de escuchar los reclamos populares y ante cualquier manifestación o reclamo encuentran a mano el palo de amasar ideologías del cual hablaba Mafalda, siempre tan lúcida y actual, o recurren al estado de sitio o la estigmatización, o la criminalización de la protesta. Antes era el comunismo, luego la subversión, después los luchadores por los derechos humanos, a posteriori los caceroleros y asambleístas, ahora los piqueteros, con la diferenciación entre  buenos y malos, una clara creación de la prensa con línea de bajada desde el poder con el accionar de los mencionados ‘operadores de prensa’. ¿Alguien responde a la obvia pregunta sobre quién o quiénes son los responsables de que existan piqueteros?. ¿Es que acaso nacieron de un repollo o los trajo una cigüeña de París?.
En forma paralela el sistema termina por cooptar a intelectuales adaptables a todo terreno capaces de insertarse en cargos oficiales para ofrecer en los servicios culturales ideas pret-a-porté, simple moda, souvenir para turistas como ocurre ahora con el tango, superficialidad, farándula, pura fachada sin tener presente que el servicio cultural jamás es difusión sino transmisión de significado, Ya que, si es difusión, es simple espectáculo musical, show, es decir, espejitos de colores, verticalismo, degradación, desmemoria. Y que lo diga el gran hermano televisivo. Pero ya iremos en su momento a la tevé. Ahora señalemos que los senderos de la gestión cultural son los de la libertad de expresión, los de la creación que encierra los sueños e imaginarios colectivos, el capital simbólico que nada tiene que ver con el negocio del megaevento y el show de humo y lentejuelas.
Como muy bien dice la promotora cultural Susana Velleggia, ‘la ciudad es muchas cosas; el diseño urbano, los edificios, los espacios públicos y privados, las vías y medios de transporte, etcétera, pero ante todo sus ciudadanos. La cultura de los ciudadanos y la cultura de las relaciones sociales, son la trama desde la cual se teje la vida cotidiana de la ciudad. Por ello, las acciones de la gestión cultural no son –no pueden ser– eventos excepcionales o espectáculos magníficos pero esporádicos, sino la urdimbre que sostiene y acrecienta esa trama todos los días, desde la vida cotidiana de los individuos. En primer lugar de los que, por diversas razones,  más privados están de cultura ciudadana’.
Por estas y otras múltiples cuestiones es que consideramos central rescatar el rol del ciudadano que ha quedado, como el mismo Estado, transformado en un simple rehen del mercado, más allá de los distintos intentos por quebrar esa red perversa desde múltiples acciones ciudadanas que en su momento atravesaron el desierto ante la indiferencia generalizada y que fue la ronda de las Madres, la concentración de los miércoles de los jubilados, la marcha blanca de los docentes, la resistencia a las privatizaciones y a la desmantelación de la industria nacional que dio origen, precisamente, a los primeros piquetes. Sumemos  luego los cacerolazos, el 19 y 20 de diciembre de 2001, etcétera, más allá de los resultados mediocres obtenidos.
Sin embargo, como ha dicho un notable pensador y práctico latinoamericano, de las grandes crisis salen las soluciones en tanto y en cuanto no son las ideas las que generan las crisis sino que las crisis generan nuevas ideas. No es casual el momento actual de polémica abierta en que puede observarse al vecino de Buenos Aires ( y podemos decir a toda la ciudadanía del país saliendo lentamente de su letargo para enfrentar las prepotencias del poder), para reivindicar su  lugar de ciudadano y protagonista de la historia ya sea ésta la gran historia como la pequeña que a diario protagoniza creando cultura.
                                               ...
Hablemos de vecinos y ciudadanos. Vecino es el próximo y el prójimo. Lo próximo nos toca a nosotros porque está en relación con las pasiones, con los sentimientos, con los instintos, con los deberes y aun con los pactos de la vida humana. Lo próximo es afinidad. Lo que está próximo nos interesa. El vecino es nuestro prójimo y es ciudadano. Es pueblo y no ‘gente’ como dicen ahora para quitarnos el papel de activos participantes en la gestión gubernativa, en la toma de decisiones, en la lucha por tener un lugar en el mundo. El trabajo permite tener un lugar en el mundo, es una forma de ser ciudadano. El trabajo es cultura. Más de un veinte por ciento de nuestros prójimos está desocupado, subocupado, o bajo la línea de pobreza. Ha dejado de ser vecino, ciudadano, para transformarse en un marginal, desprotegido, desahuciado, con sus hijos muriendo por desnutrición y él mismo víctima de enfermedades endémicas, muchas de ellas desterradas y vueltas a aparecer gracias al neoliberalismo en boga. Es un nuevo bárbaro al que hay que expulsar de la ciudad cercada para proteger a los poderosos. Pareciera ser que Umberto Eco tenía razón al plantear en los años ’70 que estábamos retornando a la Edad Media...¿ será por eso que los ricos y famosos se refugian en los countries donde pueden hasta ocultar un asesinato fraguando una muerte certificada por médicos, policías, funerarias y silencios propios de la homertá?. ¿Será por eso también que se intenta recrear al mecenazgo que los dueños del poder  aplicaban ‘a piacere’ precisamente en la Edad Media sojuzgando al creador?. ¿Será que han encontrado una nueva fórmula para acallar al intelectual rebelde y comprometido que propiciaba Juan Paul Sartre como modelo a seguir?. No debemos ir muy lejos: Jorge Guinsburg –autocalificado como rebelde y transgresor en décadas pasadas–  recién entrado el siglo XXI reconoció en un reportaje que antes tenía más libertad porque no integraba el mundo de la farándula. Y sí, nos quieren faranduleros, tinellizados, maurovielizados, grondonizados, un modelo propiciado por Neustadt y que el menemato instaló para quedarse. Y para eso se utiliza la radiodifusión que ha desplazado a la familia y la escuela en la educación y la formación de las nuevas generaciones. Con lucidez, un artista popular –mencionamos a Fito Páez– supo decir con claridad en la edición del 14 de julio de 1994 del diario Clarín lo que sigue: ‘No puede ser lo que está haciendo Marcelo Tinelli. Ese tipo está vaciando la cabeza de la gente. Ni siquiera le paga a los incautos que sale a buscar a la calle. Me da bronca. Alguien tiene que decir que eso no sirve para nada. No es la industria de la joda. Es la industria de la nada. Lo peor es que los chicos  que recién salen a la vida así comienzan a formar su idea del mundo’. Con otras palabras pero desde la misma perspectiva lo habían señalado intelectuales como el estadounidense Herbert Schiller quien en su obra Aviso para navegantes  escribió que ‘sólo la industria del ocio se beneficia de la creciente oleada de historias de horror que constituyen el grueso de la diaria programación de supuesto interés humano de la televisión’.  Y el español Toni Puig Picart en Ciudad y cultura en el siglo XXI cuando expresa que ‘la cultura hoy, en los medios de comunicación y la industria del espectáculo es cosa de vendedores de detergentes para lavarropas y pócimas para la belleza. Estamos en los tiempos de la mediocrización de la cultura’.
Los mal llamados medios de comunicación son en realidad medios de difusión. Difusión de la ideología dominante. De cuarto poder la prensa pasó a ser el primer poder y expresa al poder mismo del sistema al cual adhieren y sostienen. Los personajes creados por la tevé no son casuales sino causales, expresan la enfermedad del sistema que necesita seres enfermos, alienados, no pensantes. Reitero: los medios no son de comunicación. Comunicar, según la definición de Habermas, es tomar decisiones conjuntamente. ¿Qué clase de ‘comunicación’ tenemos en nuestro país?. ¿De qué hablamos cuando hablamos de comunicación?. ¿Qué clase de participación o de decisión tiene el pueblo consumidor de la basura que nos ofrecen los medios de difusión?.
El arte del motor es un trabajo teórico del francés Paul Virilio. Este pensador reflexiona sobre el papel de los medios y nos recuerda que éstos estimulan la formación de una sociedad atomizada: son los motores de realidad que intentan manejar el cerebro de los pueblos. Virilio asegura que la televisión y la prensa disponen de un poder exorbitante al mentir por omisión cuando una información podría perjudicar sus intereses. Ninguna legislación limita su libertad de desinformar. Y esto es lo que vivimos a diario en la Argentina. No hay pues tal comunicación que se pregona a los cuatro vientos por el sector empresarial propietario de los medios, detentador  y disfrutador de su concentración en pocas manos. En realidad el modelo  nos está mostrando con total claridad que lo que existe no es libertad de prensa sino de empresa. Que la libertad de expresión queda sometida al mercado. Y es por eso que puede repetirse sin temor a error lo expresado por Herbert Marcuse: ‘nadie hace (en la sociedad de consumo) lo que en realidad quiere y cada uno se habitúa a hacer lo que se le impone y condiciona por medio de las técnicas publicitarias y represivas’.
Habrá que comprender, entonces, que los medios son algo demasiado importante como para dejarlos exclusivamente en manos de los  dueños de los medios de difusión. Es que para ellos éstos son un negocio que les permite a su vez controlar a la sociedad y no paran en mientes con tal de lograr su objetivo. Es por eso que estamos viviendo esta etapa del TV basura y de falta de originalidad y contenido con los así denominados ‘reality shows’ de supuesto periodismo y bajo entretenimiento, de atomización, dispersión y confusión ideológica. Por eso estamos sometidos a una desinformación disfrazada de realismo. Por eso el más crudo amarillismo, la crónica roja, la manipulación como método. Esta es la obra más acabada del neoliberalismo, de la globalización impuesta. Bastará recordar que en los documentos Santa Fe I y II elaborados por los cerebros más lúcidos y reaccionarios de los Estados Unidos  se recomendaba a finales de los ’70 llevar adelante (textual)  la guerra cultural hacia el subcontinente.
Los dueños  de los medios son los verdaderos dueños del país. Buscan que no se comprenda la realidad o que se la malinterprete. Imponen temas, es decir la agenda del público. Pero no sólo eso. Llegan a determinar cómo pensar tal como se prueba en una reciente investigación  realizada por un equipo de encuestadores de la Universidad de Maryland. Por la misma se estableció que ‘uno es el diario que lee y el canal de TV que mira’. Los medios imponen políticas. Frenan la posibilidad de hacer cambios. De ahí la necesidad de abrir el debate sobre estas cuestiones, para comprender que los medios –además– nos ofrecen  fragmentos de la realidad y que por eso terminan mintiendo, como cuando ocultan la verdad.
                                                 ...
El gran Quinquela Martín decía que si el arte no sirve para educar, no sirve. De esta manera desplazaba la idea del arte como un negocio –y así se interpreta en estos tiempos feroces– para insertarlo en la idea del arte como palanca educacional. La radio y la tevé  podrían ser elementos claves en la política educacional y en la alfabetización masiva como se ha probado con un revolucionario método cubano premiado por la UNESCO y aplicado exitosamente en países como Haití y Venezuela. Dicha experiencia  no ha merecido  difusión  por parte de quienes se ocupan de determinar qué es noticia y que no lo es. Sobre esta modalidad, aplicada con éxito en una escuela de González Catán, aquí nomás en el Partido de La Manzana, apenas mereció un artículo en el matutino Página/12.
Nosotros creemos con José Martí que ‘criticar no es censura, sino ejercer el criterio’. Ejercer el criterio es necesario hoy más que nunca ante el silenciamiento que imponen el poder económico y el político, el despropósito en el manejo de los medios y en la gestión cultural ya sean del gobierno nacional como el de la ciudad. Volviendo a Paul Virilio recientemente nos acaba de alertar que ‘si en los próximos años no crece la cantidad de críticos de arte, ya no habrá libertad ante los multimedia y las nuevas tecnologías. Habrá una dictadura de la tecnociencia’.
Tenía razón George Orwell. El gran hermano nos observa, nos vigila, nos ordena y el debate sobre los verdaderos desafíos que la moderna tecnología impuesta desde los centros de poder, está por completo ausente del discurso dominante acerca de la comunicación, el arte, la cultura, que para el señor Di Tella es algo desconocido según propia confesión al ser designado por el actual presidente de la república. El sentido común, incluso, ha sido borrado de nuestras mentes.
Estas cuestiones son, a nuestro entender, claves para nuestro futuro como nación independiente. Creemos que no es casualidad que en el taller ‘Comunicación y ciudadanía’ realizado en el Foro Social Mundial de San Pablo en febrero de 2001, incluyó entre sus conclusiones que ‘la comunicación se ha constituido en un pilar fundamental del proceso de globalización y se caracteriza por la tendencia a la concentración monopólica, animada por la fusión de megagrupos que son los principales actores de la globalización. Los conglomerados que controlan el mundo de la comunicación se han constituido en una especie de segundo poder que garantiza la hegemonía ideológica del ordenamiento neoliberal. La  información se ha tornado esencialmente en una mercancía –de acuerdo a la lógica neoliberal– que establece que todo puede ser vendido, tener un precio y un dueño. Se impone un tipo de información ‘universal neutra’: uniforme, unidimensional  y de fuente única. Es imperativo que la lucha contra esa concentración monopólica y por la democratización de la comunicación, se convierta en uno de los grandes ejes de la lucha social’.
Pero ocurre que la cultura ha quedado en manos de los ‘yuppies’ fundamentalistas del mercado que nos hablan de un nuevo fetiche  que denominan ‘industrias culturales’. Bien podrían leer nuestros funcionarios del área cultural al especialista español Toni Puig Picart cuando escribe: ‘Las empresas –con todo el discurso de los ’80 sobre la maravilla de las industrias culturales– trabajan hoy para el mercado del ocio. Que es otra cosa: es distracción, espectáculo’. En realidad lo saben, no por casualidad además de funcionarios y empleados políticos de eterna presencia, son empresarios del espectáculo y por eso promueven el megaevento que siempre deja resultados en caja. Y efectivamente nos distraen con la TV basura y la radio del grito o la mera difusión del disco de moda que ellos mismos promueven para beneplácito de las grabadoras multinacionales. Y después dicen que eso es lo que el público pide.
Precisamente un informe de este año 2003 nos señala que la industria disquera internacional está concentrada en cinco grandes grupos oligopólicos. Son ellos BMG, EMI Music, PolyGram, Warner y Sony, que controlan el 75% del mercado mundial de la música. Cada uno de estos grupos integra a su vez distintas empresas multimediáticas que van desde  periódicos, telemisoras, radios, productoras cinematográficas, comunicaciones satelitales, telefónicas, redes de Internet, editoras de libros con conexiones a la vez con la industria electrónica y de la guerra. Estos pulpos  cotizan en los mercados financieros, cuentan con poderosos accionistas insertados en las estructuras del poder político, poseen filiales en todo el mundo, definen gobernantes o dan golpes de estado como el que en el año 2002 realizaron en Venezuela contra Hugo Chavez Frías, repuesto en su cargo por el accionar popular.
A su vez hay toda  una parafernalia publicitaria que nos vende productos inútiles o filmes degradantes con héroes de pacotilla, música de categoría infamante, pornografía, literatura berreta de autoayuda, horóscopos,  recetas para adelgazar, filosofía barata.
Y que además quiere imponernos el ALCA, ‘desregular’ la educación, inducirnos al gerenciamiento de los clubes deportivos y de las  universidades, liquidando la noción del conocimiento como bien social, ofreciendo el pago de la fraudulenta deuda externa por educación. Los mencionados grupos multinacionales del espectáculo y el entretenimiento controlan a la vez el cobro de derechos autorales y las redes de distribución de sus productos ya sea en librerías, disquerías o salas cinematográficas. Asimismo manejan el denominado merchandaising, es decir, los productos derivados ya sean juguetes, remeras, adornos, etcétera. El conjunto de esta industria monopólica del disco está evaluada en 45 mil millones de dólares. Son los directivos de este sistema plutocrático los que determinan los gustos, las modas, las tendencias, los artistas que deben ser promovidos, los que deben ser ninguneados , y las corrientes del gusto público que deben tenerse en cuenta para el negocio de la industria cultural.
De tanto en tanto suelen surgir  productoras cinematográficas independientes o disqueras que si tienen éxito son absorbidas rápidamente por los mastodontes. Se cita, por ejemplo, el caso de la firma inglesa Virgin que fue comprada por mil millones de dólares por la EMI. En Francia la disquera independiente Trema de Charles Aznavour, fue  capturada por Sony Music. Incluso los grandes grupos se fusionan como ocurrió con la PolyGram con Seagram, propietaria de los estudios Universal y que a su vez  se fusionó con Vivendi, dueña de Universal Music. Vivendi actualmente está  en crisis y a punto de ser tragada por  General Electric, empresa atada a la industria de la guerra en los Estados Unidos.
La desregulación auspiciada por el señor W, actual okupa de la Casa Blanca, viene favoreciendo esa concentración de medios y está liquidando a las empresas pequeñas de radio y televisión.
Este es un proceso enfermizo que se viene dando también en nuestro país donde a los grupos monopólicos locales se suman ahora las empresas extranjeras a las que se les abrió las puertas de par en par durante el menemato y nadie se atreve a ponerles coto.
                                                 ...
La sociedad argentina está en crisis. La degradación económica, política, social y cultural es más que evidente. Se ha devastado a la  escuela pública y a la medicina social. Hay un dato aterrador: la Argentina ocupa el primer lugar en el ranking latinoamericano de SIDA pediátrico transmitido de madres a hijos, según una información de estos días. Asimismo conocemos los hechos de Tucumán y otras provincias con la muerte infamante de niños que podrían salvarse. Y en el caso de los sobrevivientes desnutridos sabemos lo que ocurrirá con su coeficiente intelectual y su capacidad de aprendizaje, reducido prácticamente a la nada. Hay en el país 6 millones de chicos pobres.
Para volver a lo nuestro, digamos que en el llamado mundo globalizado la defensa de las culturas nacionales se hace imprescindible o se corre el riesgo de perecer. Mucho más en la Argentina donde no se perciben intentos serios por incorporar a la moderna tecnología para el desarrollo independiente, donde las políticas culturales han quedado a merced del mercado, sin defensa. País donde los medios de difusión no cumplen su rol social y la educación ha quedado en el absoluto olvido y para colmo desarticulada con los famosos planes impuestos por el Fondo Monetario y el Banco Mundial.
El ingeniero Horacio Reggini, autor de los libros Los caminos de la palabra y Sarmiento y las telecomunicaciones señalaba en un artículo publicado en el diario La Nación que ‘en pos del bien social que representa la educación, el futuro egresado universitario necesita manejarse fluidamente en las tradiciones y en el espíritu de su comunidad. Es decir, necesita cultivar su pertenencia profunda a una circunstancia histórico-social, de modo que para él  capacitarse signifique preservar el solar que lo ha alumbrado’. ¿Se logrará eso con maestros y profesores mal pagos, sin aliciente, con profesionales recién recibidos sin salida laboral?. ¿Qué se hace concretamente por amparar, proteger al científico, al intelectual, al artista argentino?. ¿Es realmente para el gobierno la educación un bien social, un servicio público o ha sido devaluado a baño público, a letrina?. ¿Qué puede enseñar un maestro mal pago a un alumno desnutrido en una escuela que se cae a pedazos?. ¿Cuál es el proyecto oficial en materia educativa , acaso el pagar la deuda externa con educación?. Podríamos repetir los interrogantes de la licenciada Silvia Satulovsky en su respuesta al proyecto ministerial de canje de deuda: ‘¿Los organismos internacionales no son, en definitiva quiénes han venido financiando directa o indirectamente la educación argentina?. ¿Una educación fragmentada, con escuelas de una tiza y de cinco tizas, una educación para pobres y otra para ricos?. ¿Esta es la ‘calidad y la equidad’ que pretende el ministro?. ¿ ‘Armar individuos polivalentes y proactivos’ para trabajar en el mercado de trabajo cortoplacista y macdonalizado?. ¿No deberíamos garantizar la formación de sujetos creativos, críticos, capaces de comprender la realidad y desnaturalizar los elementos de perversión con los que explota este sistema?’.
Y continúa Satulovsky con su acertada andanada diciendo: ‘El ministro habla de capacitación docente, nos preguntamos ¿desde qué marcos teóricos?. ¿En la línea de la disminución del riesgo, que pone paños fríos a la pobreza legitimándola a través de  políticas compensatorias?. Cuando habla de ‘que las comunidades locales son las que se van a hacer cargo de la educación’ ¿se refiere a que son las empresas las que van a esponsorear las escuelas definiendo el currículo  y la formación del egresado, marcando políticas educativas acorde a los intereses del capital y del mercado?. La educación del pueblo no se ‘canjea’ con organismos internacionales de crédito, se construye a partir de un verdadero debate popular, que garantice la defensa de nuestras propias raíces, la construcción de nuestra identidad a partir de la pluralidad de opiniones y de la verdadera diversidad entendida como una distribución social del conocimiento’.
                                              ...
Hay que reconocer que los funcionarios oficiales están cortados por la misma tijera. La señora que disputaba ocupar el puesto de secretaria de cultura de la ciudad auspiciada por el empresario Telerman, es la misma que siendo subsecretaria de Patrimonio Cultural asegurara en el acto público realizado con motivo del día de los museos que éstos sirven ‘para el ocio contemplativo’. Es decir que para Silvia Fajre todo se trata de pasen, paguen, vean, aplaudan. Si están aburridos súmense a los que contemplan la vida por tevé. No palpen, no miren, no analicen, no se enteren ya que, como ha dicho un funcionario radial de este mismo gobierno progresista de la ciudad ‘los medios no cumplen función pedagógica’. Entonces no cuestionen, no pisen el césped, robotícense. Nosotros –piensan y así actúan– desde nuestros fastuosos escritorios y mullidas alfombras les diremos como es el show cultural, en qué y cómo entretenerse, que tienen que escuchar, que tiene que ver y leer. No piensen, que es peligroso; no participen, dedíquense al ocio contemplativo que no trae problemas. Los funcionarios, como quería Lampedusa, estamos para que las cosas sigan igual aunque parezcan que han cambiado.
                                                ...
El investigador europeo Cees Hamelink en su obra Hacia una autonomía cultural de las comunicaciones mundiales nos recuerda que ‘el diseño de cualquier política nacional debe comenzar por preguntarse: ¿qué clase de sociedad queremos y cómo vamos a lograrla?. La respuesta será decisiva para definir el aporte que se espera de los procesos comunicacionales’. En un país vasto como la Argentina, centralista, antifederal, dependiente de los centros de poder dominante en diversas etapas históricas, que ha asimilado con la inmigración diversas culturas, la clase dominante no ha sido capaz de implementar políticas culturales y comunicacionales que nos permitieran apuntar y menos afianzar una identidad. La identidad implica una raíz común, conciencia sobre esa raíz, sobre la historia, sobre la memoria colectiva. Dos argentinas se hacen permanentemente presentes: la del poder y la subterránea, la de la cultura de élite y la de la cultura popular. La síntesis no ha sido lograda. He aquí una tarea para los gobernantes. ¿Querrán encararla?.
En nuestra modesta opinión no puede plantearse una política nacional de cultura y comunicaciones si no se recupera el rol del Estado. Y aquí hay que debatir, entonces, de qué estado se trata. Nos consta que ‘el Estado es una máquina destinada a mantener la dominación de una clase por otra’. Entonces se comprende el motivo por el cual hablamos de dos argentinas y el por qué de la existencia de dos argentinas. Para colmo de males en esta etapa de globalización neoliberal, de desregulación y privatización, las pocas conquistas populares logradas a partir de un estado puesto a  buscar el equilibrio social, han sido liquidadas. La globalización de la economía, la política y la cultura ponen al estado-nación al borde de la liquidación.
Sigamos entonces este razonamiento. Ya lo señalaba en su momento Raúl Scalabrini Ortiz: ‘Lo que no se legisla explícita y taxativamente a favor del débil, implícitamente queda a favor del poderoso’. Y en materia de radiodifusión se sigue legislando a favor del poderoso. En el orden educacional se liquida a la escuela pública y la universidad abierta al pueblo. En lo cultural se apuesta al show, al megaespectáculo, a la banalización, a la importación de productos comerciales en desmedro de nuestros artistas, a la imposición de la literatura del best seller a través de grupos editoriales monopólicos provenientes del exterior. Se apuesta a la copia –a la mala copia– y no a la creación.
La radiodifusión es un modelo de lo que estamos comentando y que, para colmo, vive en estado de caos. La responsabilidad recae en aquellos que durante largos períodos históricos – y aún hoy– no legislaron o legislaron mal en la materia; sobre aquellos que confundieron gobierno con estado; sobre  aquellos que transformaron la radiodifusión en mero negocio. El caos se expresa en la permanencia de leyes contradictorias, superpuestas, en reglamentos ridículos, decretos de necesidad y urgencia que favorecieron a los amigos del poder de turno y a los grupos extranjeros. El proceso que comentamos sería demasiado extenso para explicitarlo aquí. Digamos, sin embargo, que para nosotros queda claro que la radiodifusión no puede estar separada de un proyecto nacional de cultura, de una ley general de Telecomunicaciones, no puede estar separada de un cuerpo jurídico que involucre al correo en su nueva formulación electrónica (como señalara Umberto Eco ‘el ministerio de correos está destinado a ser más importante que defensa e interior’). Pero al mismo tiempo no puede quedar de lado la creación de una ley de prensa amplia, pluralista, antimonopólica que defienda el derecho humano del ciudadano a la información , la comunicación, al derecho a réplica. Y que a la vez defienda al periodista con el concepto de ‘real malicia’ y la denominada ‘cláusula de conciencia’ que lo ampare de la persecución ideológica patronal en el medio donde desempeña su labor. En un estado moderno no puede ignorarse una ley del libro que apoye la industria nacional. Una ley del teatro, del cine y el video que proteja nuestro espacio audiovisual frente a la invasión foránea. Ante las novedades tecnológicas que nos acosan, el país debe tener una estrategia cultural y comunicacional; se debe recuperar la ley del doblaje aprobada en 1986 y reglamentada  en 1988 pero enviada al baúl de cosas ignoradas. Se hace necesario legalizar el espectro radiofónico  existente y establecer un plan nacional y racional, de frecuencias a ocuparse en forma amplia y plural. Legislar entonces impidiendo la concentración de medios en pocas manos y menos en las de los grupos extranjeros, con el fomento al medio comunitario y la aplicación de fuertes impuestos a los multimedios existentes para desalentar su ampliación, el impulso de organismos sociales de control y el ombudsman del público. Claro, no se trata solamente de crear leyes: hay que obligar a cumplirlas, una tradición olvidada en nuestro país.
                                                 ...
Para finalizar, volvemos al comienzo de esta charla en que mencionábamos a Mario Bunge. En el mencionado reportaje, obviamente publicado por una agencia de noticias alternativa, el filósofo reflexionaba criteriosamente que ‘la información en sí misma no vale nada, hay que descifrarla. Hay que transformar las señales y los mensajes auditivos, visuales o como fueren, en ideas y procesos cerebrales, lo que supone  entenderlos y evaluarlos. No basta poseer un cúmulo de información. Es preciso saber si las fuentes de información son puras o contaminadas, si la información como tal es fidedigna, nueva y original, pertinente o impertinente a nuestros intereses, si es verdadera o falsa, si suscita nuevas investigaciones o es tediosa y no sirve para nada, si es puramente conceptual o artística, si nos permite diseñar actos y ejecutarlos o si nos lo impide. Mientras no se sepa todo eso, la información no es conocimiento. Y lo que importa es el conocimiento’. Lo saben muy bien ustedes, los docentes: lo que importa es el conocimiento.
Aunque la cita sea demasiado extensa bien valen las reflexiones de nuestro filósofo que en su discurso en la Universidad de Salamanca, sobre el cual algunos ya han dicho que debería ser lectura obligada en los gobiernos y las administraciones públicas, enfatizó en la importancia de que los países hagan inversiones en investigación básica porque, de lo contrario, la gallina no pondrá huevos de oro. Y advirtió que la cosecha de frutos no es inmediata pero sí determinante para la sociedad. Pero siguiendo con su análisis sobre la información  Bunge recalcó la necesidad de averiguar quiénes son los dueños de la fuente de información y de los medios de difusión aclarando que ‘si la información está distribuida equitativamente, puede beneficiar a todo el mundo. Si, en cambio, está concentrada en pocas manos, va a beneficiar primordialmente, sino exclusivamente, a los dueños de esas fábricas de información’. Fue claro y terminante al hablar de medios de difusión y fábricas de información. Como fue claro al  manifestar que ‘en general, el problema principal del mundo contemporáneo –también lo fue del antiguo– es la concentración de la riqueza y de los bienes en pocas manos. La desigualdad, un problema de siempre, un problema que sólo se podría resolver tomando medidas económicas, culturales y políticas. Hay que distribuir el poder. Y esa mejor distribución debe abarcar, entre otros aspectos, a los medios de comunicación’.
También señaló que ‘antes la gente pasaba horas o días buscando una información. Ahora puede encontrarla muy rápidamente a través de Internet. Pero esa mayor facilidad tiene su lado negativo, que es la sobrecarga de información. Debemos ahora protegernos contra esa sobrecarga, crear filtros para que no nos llegue tanta información mala o impertinente. Necesitamos más tiempo para reflexionar y menos para buscar información (...) Hace falta más tiempo para ensimismarse, para reflexionar en silencio y soledad (...) La imagen, demasiado rápida, reemplaza al pensamiento (...) La imagen no tiene contenido conceptual. Puede suscitar ideas en algunos casos, pero es muy superficial. Porque lo que podemos ver es apenas la piel de las cosas. La mayor parte del mundo está oculta a la vista, hay que conseguirla, hay que imaginarla, hay que conjeturarla. Y la imagen nos restringe a las apariencias. La palabra puede transmitir conceptos, algo que la imagen no puede. Y solamente con conceptos se accede a lo invisible, que es la mayor parte del universo’.
Hacer visible lo invisible es nuestra obligación como responsables del manejo del aula o de un medio de difusión y apostar a la creatividad de nuestro pueblo que se revela en los momentos mas difíciles, en la resistencia, sabiendo que sólo lo popular y lo nacional podrá salvarnos frente a la globalización impuesta. Pensando siempre que los molinos de viento no son invencibles, que la honda de David, bien empleada como lo hacen algunos pueblos hermanos del continente y del Tercer Mundo, es un arma de triunfo; que la palabra sigue siendo un arma de lucha. Pintemos nuestra aldea para ser universales, injertemos a nuestro tronco ramas nuevas sin tirar abajo el árbol. Llenemos el país de color, poesía, vida digna de ser vivida. Embaracemos a nuestra patria de utopía. Y gracias por soportar este largo y latoso discurso que más parece una descarga, pero que intenta ser una reafirmación de principios, aunque seguramente no llega a cubrir como corresponde la consigna que nos ha sido planteada por parte de los organizadores. Sin embargo siempre es bueno recordar el viejo aforismo que dice: el que quiera oir, que oiga. Gracias por la invitación.

                                              ...


Hoy, a 11 años de aquella charla, el país ha sufrido un giro copernicano más que interesante, sobre todo en materia de derechos humanos, con la sorpresa de un  presidente indicándole a un jefe militar que baje el retrato de Videla de su pedestal. Después hechos auspicios en materia cultural y fundamentalmente con la aprobación de una nueva ley de radiodifusión, con expresa decisión de ponerla en marcha. También podemos mencionar la eliminación de las AFJP y la reparación a los jubilados, incorporando a millones con la jubilación de la mujer. Y dos hechos sintomáticos reestatización de YPF y Aerolíneas Argentinas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario